Fuerza

Reconozco haberme quedado de pasta de boniato con lo dicho por un ex-miembro de una institución política del calado del Hay Huntamiento de Madrid, Carlos Sánchez Mato. Vaya por delante que lejos de criticar a la víctima, que es él, este escrito pretende reflexionar de cómo hemos llegado hasta aquí. Pasen y lean.

Todo se enmarca en una reunión de viejos amigos al calor del décimo aniversario del extraordinario, en todos los sentidos de la palabra, programa de radio por internete Economía directa. En un momento dado entra una de las personas que al parecer colaboró al principio del programa, Carlos Sánchez Mato, para posteriormente ser parte del Hay Huntamiento de Madrid y defenestrado en tiempo caso récord, y en breve sentarse en el banquillo de los acusados. ¿Cómo es esto posible? Lo dicho, pasen y lean.

Antes me detendré en una intervención que me pareció muy acertada de otro contertulio, en el que hace mención a la inmediatamente anterior de Sánchez Mato, en la que éste hablaba de que claro, las cosas no se podían cambiar por la correlación de fuerzas. Es decir, que como bien señalaba ese atribulado contertulio, poco menos que la responsabilidad era de los no-votantes de las candidaturas del cambio.

La realidad es precisamente la opuesta, y por muy odioso que sea el “te lo dije” hay que decirlo alto y claro: desde dentro del sistema no se cambia el mismo. Por más que se empeñen en decirnos cuentos chinos, esas instituciones no nos pertenecen al común de los mortales, y no son más, con todas las diferencias que le queramos ver, de un cambio de aspecto del poder, que es el que hay que atacar y destruir.

El poder ha adquirido distintas formas a lo largo de la historia. A riesgo de simplificar podríamos hablar de la mera fuerza física, a las primeras instituciones, como reyes e iglesia en sus distintas formas, a la más acabada de las democracias parlamentarias. Para los libertarios la cosa está clara: la misma cosa, por tanto la estrategia no debe ser okupar las instituciones, sino organizar nuestras vidas al margen de las mismas. A eso entraré quizá más tarde, pero volvamos a Sánchez Mato.

A continuación Sánchez Mato interviene diciendo que no, que por supuesto la culpita es de un amor, y que para nada él estaba echándole la culpa al votante, y patatín patatán. A continuación hace mención a una auditoría, vamos, un tirar de la manta, que pone negro sobre blanco en, según sus palabras, miles de folios, todos los desmanes, algunos de ellos abiertamente delictivos, del PP madrileño durante lustros y lustros.

Tras entregar esos folios a la fiscalía anticorrupción ¿qué ocurre? Que sencillamente lo ignoran, que no investigan. ¿Y qué le sucede al señor Sánchez Mato? Varias cosas, a saber:

-Le pinchan las ruedas de su coche seis veces

-Le amenazan de muerte

-Le pone la alcaldesa de patitas en la calle

-Le ponen una denuncia que le obliga a sentarse en el banquillo de los acusados el próximo abril

Lo que más me sorprendió es el discurso que el bueno, nunca mejor dicho, de Sánchez Mato emplea en esta conversación entre amigos. Dice que él ya lo sabía, que no le importa, que es insobornable, que no le tiene miedo ni a nadie ni a nada, y cosas que van en esta linea.

Lo digo en párrafo aparte para que no quede ni el más leve atisbo de duda: no estoy criminalizando a la víctima, él con toda probabilidad hizo lo correcto, y cualquier consecuencia negativa para él y su entorno debe ser condenada y diría contestada con acciones.

Ahora bien, dicho esto, ¿cual es la lectura que debemos extraer? Se nos dijo que se podía, que había que pisar moqueta, que nosotras éramos diferentes, que no éramos políticas profesionales, que íbamos a hacer otra cosa… pero haciendo básicamente lo mismo.

¿Cual ha sido el resultado? Ni uno solo de los objetivos políticos de calado cumplidos, en buena medida estamos peor (ley mordaza y reforma laboral) que antes del estallido de protestas en las plazas, la calle completamente fría, muchas personas derrotadas y algunas de las que pisaron moqueta con problemas legales.

Y quiero incidir en esto, no podemos correr un estúpido velo. Cuando se habla de la “correlación de fuerzas”, ¿de qué demonios nos están hablando? ¿De que las “fuerzas del cambio” tienen menos escaños o ediles que el resto de fuerzas políticas? Esto es la democracia, amigo. Pero si yo cuento el número de trabajadores son casi 19 millones (afiliados a la Seguridad Social en marzo de 2021), mientras que el número de empresas es algo más de 3 millones. ¿De qué correlación de fuerzas estamos hablando? Y por supuesto que esas cifras no representan casi nada, porque las empresas no son entes abstractos, no son nada sin sus trabajadores, pero era para tener un orden de magnitud no de las empresas, sino de los empresarios.

Luego si no se puede soplar y sorber a la misma vez, y desde dentro del sistema no se puede cambiar el mismo, ¿de qué mierda sirve votar?

La primera afirmación hace referencia a que no se puede calentar la calle, convocar manifestaciones masivas y a la vez estar en la poltrona. Se ha demostrado hasta la saciedad que ni hay energía para alimentar las dos estrategias y que luego pasan cosas, es disfuncional, la calle pide una cosa y la poltrona pide paciencia, que ya casi lo tenemos, que ahora no es el momento. En suma, que si la abuela fuma.

Lo segundo es una idea que por más manida no es menos cierta. Hay toneladas de ejemplos históricos de “traición” a la clase obrera. ¿Cómo puede ser que un partido con la mitad de sus siglas que indican ser “socialista” y “obrero” no derogue de cabo a rabo la reforma laboral? Pues sencillo, porque solo las dos siglas restantes son verdad, lo de “partido” y “español”.

Y como no me escondo, aunque lógicamente es un tema muy extenso, hay que contestar a “bien, listo, entonces ¿qué hacemos?”. Vayan algunos consejos rápidos. Lo primero no votar. Si nadie vota el sistema deja de ser legítimo y no se puede sostener. Lo segundo dejar de pagar impuestos. Si el Estado deja de financiarse no puede pagar las soldadas de aquellas que estarán encantadas de reventarnos las cabezas. Tercero tomar la propiedad de los medios de producción. No en el sentido de asaltar las fábricas, sino de crear cooperativas y trabajar en las mismas. No necesariamente ni en este orden ni con esa prioridad, son algunas de las ideas que van a la raíz del problema.

Algunas más. Ayuda y apoyo mutuo, inmediato, directo, sin contraprestación. Pongamos los cuatro chavos que tengamos al servicio de la economía social, de proximidad. Otra muy importante: dejemos el miedo a un lado, no nos aporta nada. No es cierto que no se pueda vivir de otra forma, por mucho que insistan los medios de comunicación de masas. Los únicos límites son físicos, y hay de verdad que mucho margen. Somos más que ellos, pensemos, no creamos a pies juntilla lo que se nos dice, busquemos por nosotras mismas la información. No caigamos en la desesperanza, hay mucho que ganar.