Excelencia

Iba a titular esta pieza “Pop”, pero hubiera sido confuso. Ayer estuve en el espectáculo del Mago Pop y fue realmente increíble. El espectáculo se titula “nada es imposible” y realmente lo consigue, sales del espectáculo pensando que realmente nada es imposible. Es un carrusel de trucos, de magia, de efectos, de lo que usted prefiera, que tienen algo en común: parecen increíbles, parecen pura magia.

El espectáculo entrevera vídeos, en los que mezcla algunas pinceladas de realidad y otras de ficción, pero donde se muestra el sueño de un niño, Antonio Día, nacido en Badía del Vallés, que tiene bien claro desde pequeñito que quiere ser mago, y con el tiempo e imagino que mucha perseverancia, se convierte en el Mago Pop.

Una de las cosas que más me ha impactado de la experiencia, porque no me ruborizo compartiendo que efectivamente ha sido una experiencia, es lo que me imagino que hay en la trastienda, el esfuerzo y tesón que le ha puesto esta persona para llegar, pese a que es joven, al lugar que ahora ocupa.

Me da la sensación, y no creo que me equivoque, que es en la actualidad el mejor mago del mundo, y probablemente, como él mismo se encarga de publicitar, uno de los artistas, sino el que más, entradas vende en el mundo.

Haciendo una ligera, no vaya a herniare, investigación patillera veo muchas similitudes con su admirado David Copperfield. De hecho en alguno de los vídeos que se proyectan durante el espectáculo menciona su admiración, así como a otro mago, digamos clásico, seguramente de la primera mitad del siglo XX, cuyo nombre no recuerdo.

Es esta referencia la que ha dado origen a esta perorata. En el vídeo se muestra una grabación, en blanco y negro, de un mago que parece una mezcla de Tip y de Nosferatu, sacando cartas de la muñeca pero sobretodo haciendo danzar una bola en su mano. La alocución del vídeo dice que se trata de uno de los trucos más difíciles de realizar.

Pues bien, en el siguiente número el Mago Pop, en un claro homenaje, hace ese truco y unos pocos más, porque le sabe a poco, tan sobrado que va.

Y es entonces cuando me pregunto, y me respondo a mí mismo, esto es la excelencia. Si, se que probablemente sea algo frívolo o menos valioso que la excelencia en otras disciplinas, como por ejemplo la medicina, que salva vidas, pero al final el concepto es el mismo, ser el mejor en algo.

Soy consciente de lo masculino y capitalista que puede sonar, o quizá precisando algo más, lo funcional que es tanto para la testosterona masculina como para el discurso de la competencia del capitalismo, la excelencia. Esfuérzate por ser el mejor y, se supone, tendrás tu recompensa. Además si a eso le sumamos el “persigue tu sueño”, pues el discurso es redondo. Se levanta el telón, se entrelaza con su equipo de seis personas, como en una Sardana abierta por la mitad, dejándose aplaudir, y ahí tienes al tío.

Yo he dicho y escrito, me da la sensación que recientemente, que no creo en héroes ni en líderes ni en gente estupenda. No niego que los haya, y que los seguirá habiendo, no niego la mayor influencia, para lo bueno y lo malo, que tienen respecto al común de los mortales, ni el papel positivo que puedan desempeñar, incluido el de referentes, pero sigo pensando que en largo plazo, más vale el esfuerzo de muchos que la genialidad de unos pocos.

Como digo me ha dado la sensación de haber visto a la mejor persona del mundo en lo suyo, y además en su punto álgido. Ha sido algo realmente espectacular, y sin duda estimulante. Además desde bien pequeño parece ser que tenía claro lo que quería ser, por lo que parece que el círculo se cierra, que no hay nada más que añadir.

Pero como yo soy de hacerme preguntas, creo que sí que hay cosas que añadir. Como buen cuñao no he hecho el menor esfuerzo en indagar quién es y qué ha hecho Juan Díaz para llegar a ser el Mago Pop, pero para la perorata que ahora viene sinceramente no creo que sea necesario.

¿Es la excelencia lo que vi ayer? Sin duda, este tipo es capaz de hacer cosas que probablemente muy poca gente es capaz de hacer. Por supuesto hay que decir, para completar el cuadro, que no está solo en el espectáculo, hay un grupo de más de seis personas que aparecen puntualmente en algunos números, pero que están siempre aquí y allá cuando se les necesita. Por supuesto no hay nunca que olvidar que se trata de magia, y que como ésta no existe, siento decepcionas, son trucos. Y como tales habría que ir al detalle para imputar correctamente los méritos.

No hay que ser un lince para ver que un chaval con cara de niño, pero que supongo a duras penas es treinteañero, y que va comprando teatros como el que compra bolsas de pipas, es, además, un empresario. Y además, quién diría que yo lo diría, uno de los buenos, que cada uno interprete. Al final del espectáculo aparecen los títulos de crédito, como si de una película se tratase. Y si uno se para a contar los nombres, cosa que por supuesto no hice, no creo que estén muy lejos de la centena.

¿Qué quiero decir con eso? Que excelencia si, pero como casi todo en la vida, puesta a disposición a través de lo colectivo. No hay prácticamente ya ninguna actividad, si es que alguna vez la ha habido, en la que no se precise, de una u otra forma, del otro o la otra.

Y de verdad que no quería ir por ahí, sino en sentido contrario. Pero supongo que la cabra tira al monte. Para una persona como yo, que me considero del montón, la excelencia me parece algo extraño, aunque admito que no admirado. Me pregunto qué lleva a una persona a dedicarse en cuerpo y alma a algo, lo que sea, con al menos una intención en su cabeza: ser el o la mejor.

Ese amor al detalle, que parece ser se da tanto en la cultura japonesa, sea lo que sea eso, se opone frontalmente a la chapuza, que Pepe Gotera y Otilio ejemplificaron. ¿Hasta dónde o cuándo seguir intentándolo? ¿Hasta cuándo seguir superándose? Son preguntas que me hago y que si tengo la oportunidad me gustaría trasladarle alguna vez a algunas de estas personas excelentes en lo suyo.

Uno podría decir que el dinero, la fama, o cualquier otra cosa, pero yo me imagino que es el yo, el competir contra uno mismo. Me viene a la cabeza Rafa Nadal, y su lucha permanente contra el dolor propio. ¿No ha ganado ya suficiente? ¿No ha demostrado ya que es el mejor? O si no lo es, ¿qué más da?

A ver si tengo la oportunidad, como digo, de trasladarle esta pregunta a alguna de esas personas y conocer su respuesta, que me imagino que cada uno tiene la suya.