Temazo que divide a la izquierda de su mal allegada prima, la extrema, sobre su justificación o no y muchos otros lugares comunes. Hoy, en Ministro Sin Cartera (todo esto con voz de Glòria Serra), violencia.
El último empujoncito para decidirme a perorar sobre este clásico de ayer y hoy es la afirmación de una de las peores periodistas que tengo la desdicha de escuchar, Lourdes Lancho, cuando en un finísimo análisis, de una profundidad mayor que la del bolso de Sport Billy, donde explica las tres noches de altercados por todo el territorio español, pero particularmente en la ciudad de Barcelona, como la consecuencia lógica del “apreteu” de Torra.
Para empezar esta frase fue dicha hace más de dos años, y para continuar no solo en la ciudad de Barcelona ha habido altercados. Por otro lado solo conozco a Jesucristo como alguien capaz de hacer virales sus mensajes. El ínclito Torra tiene dos hits. En el primero se llama bèsties tarades a no se muy bien quien, hace una pila de años, por supuesto mucho antes de que fuera President de la Generalitat. Esta afirmación es la prueba irrefutable para la caverna, y la no tan caverna, del supremacismo del independentismo catalán. Muy razonado y razonable todo plegado. El otro hit es precisamente el apreteu. Seguramente la Secta y Wyoming hayan hecho una canción con el mismo.
Bueno, vayamos pues a desgranar todos los tópicos que de un lado y de otro se lanzan, como verbales adoquines barceloneses, acerca de la violencia.
¿Criticas toda forma de violencia si o no?
Este argumento se lo lanza la contertulia supuestamente de derechas al contertulio supuestamente de izquierdas, al referirse a cualquier altercado que haya podido haber no importa cual se el contexto, la gravedad de los hechos, las personas o enseres afectadas o quién haya ejercido la violencia sobre quién.
Para que se entienda va en el mismo saco de la condena a sátrapas de izquierdas, como el camarada Maduro, lo podríamos etiquetar como Venezuela.
La tertuliana supuestamente de izquierdas o la política supuestamente de izquierdas se ve en figurillas, que diría Mafalda, para escapar por peteneras y contraatacar con que si la abuela fuma o no se quién hizo no se qué. Esto les pasa por ser sistema. Es más cómodo cambiar las cosas desde fuera.
Destrozos por valor de (ponga usted aquí los miles de euros que considere, sean o no ciertos).
Al final todo va ligado, pero la secuencia es la siguiente:
1. Se produce un hecho.
2. Se produce una manifestación más o menos estrechamente conectada con el hecho, para protestar por lo sucedido.
3. En el transcurso de esa manifestación se producen altercados.
Si el punto 3 no se da, no de usted por hecho que los Mass Mierda, como se les bautiza cariñosamente en Ampliando el Debate vaya a informar sobre los sucedido. Ahora bien, como se de el punto 3, ahí acuden como aves de rapiña, incluso aplicando técnicas amarillistas que desdicen aquello de que “la revolución no será televisada”.
Pues bien, los corifeos del poder tienen el encargo de presupuestar, con una precisión que les augura más futuro como peritos (¿o perritos?) que como periodistas, todos los destrozos y las lesiones causadas por las manifestantes. ¿Que no se sabe la cifra? Échale carbón a la hoguera, no importa, miente que algo queda.
Lo que no dicen es lo que cuesta el despliegue policial, incluidos helicópteros, que eso si lo vamos a pagar todas.
Además conviene separar, por hacer las cuentas de la forma más objetiva posible, dos tipos de daños: los personales y los materiales.
Respecto a los personales lo siento, pero la realidad es pertinaz, las que mayoritariamente pillan son las manifestantes, se ponga como se ponga Antena 3. Las que pierden ojos, las que salen con cabezas abiertas y demás son las personas manifestantes. Y suerte si no te vas, además de ensangrentada (con la tuya propia, por supuesto) identificada y con la amenaza de haber lesionado a una agente de la autoridad, supongo que por meterle el ojo en la porra.
Ha habido casos dramáticos como la del macetazo que truncó la vida de una persona, cuya profesión era la de policía, en unos altercados en Barcelona y que comenzó el calvario de Rodrigo Lanza. Pero son excepciones por motivos que son lógicos. Unas son profesionales de la violencia (policía y ejército), las otras aprendices, lo que a veces hay que reconocer que puede ser más peligroso. Unos van armadas hasta los dientes, las otras no, por mucho que insista la caverna, una simple observación ocular es suficiente para atestiguarlo.
Por tanto la probabilidad de que un bando reciba daños personales de consideración es infinitamente menor que la otra.
En cuanto a los daños materiales, algunos de esos materiales están asegurados, por tanto irá por otro circuito que no tiene necesariamente que tocar el erario púbico. Respecto a mobiliario urbano es cierto que al final los pagaremos las de siempre, las curritas. Pero por favor, pongan también en nómina el coste de desplegar cuerpos represivos. Claro que se puede argumentar que peor aún, que si no hubiese esa policía los destrozos serían aún más. Eso sería otro debate.
Violencia es…
Y puede usted acabar la frase con cualquier artefacto sistémico que va desde un desahucio, al paro, pasando por el hambre, o cualquier otra cosa que se le ocurra. Es el argumento de la extrema izquierda contra los ataques, muchas veces de la misma izquierda que está dentro del sistema, a que hay que condenar cualquier tipo de violencia, venga esta de donde venga.
Yo propongo para salir del bucle ponerle un apellido a la violencia, y así nos ayudará a avanzar en este perogrullesco debate: física. Hablemos de “violencia física” y así no hay equívocos. Lo digo porque que te nos casquen 3.000 euracos por negarme a acudir a una mesa electoral es violencia, en mi modesta opinión, pero no es violencia física. Que un piquete durante una huelga convenza amistosamente a un bar a que eche la persiana puede ser considerado por la izquierda de dentro del sistema o la derecha como violencia, pero no creo que sea “violencia física”.
Pues bien, cuando hay palos, de las unas hacia las otras, y de las otras hacia las unas, eso es “violencia física”. Una vez nos hemos entendido, ¿usted qué opina? Creo que es más sencillo, ¿no? Tengo pendiente leer literatura más o menos clásica alrededor del monopolio de la violencia, pero creo que queda claro que buena parte de la población acepta que la violencia física sea monopolio de los cuerpos represivos, fundamentalmente ejército y policía. Pero por favor, que se diga, que se verbalice, que igual si se repite muchas veces esta idea comienza a perder adeptos.
La violencia (física) no sirve de nada.
Este punto creo que se puede ventilar rápido, siempre y cuando se le ponga el apellido que sugerí anteriormente, “física”. Esto es importante porque salvo los extremos, por la izquierda y por la derecha, hay un amplio consenso de que la violencia física no produce nada positivo, y que lo más probable es que engendre más violencia física.
Repasados ya los lugares comunes me gustaría apuntar un par de ideas más para cerrar, que son la descontextualización y el derecho a la pataleta.
La descontextualización se produce cuando se cambia por arte de birlibirloque el foco que pasa de hablar del contexto en el que suceden las protestas a centrarse en los altercados. Y si un buenista contertulio supuestamente de izquierdas quiere hacer el regate dialéctico, se tira de argumentario y se le asalta con la pregunta de: ¿estás de acuerdo si o no con la violencia? Y vuelta a empezar.
Hablar del contexto es útil por muchos motivos. Desde el punto de vista de las personas que queremos cambiar profundamente el mundo en el que vivimos nos ayuda a exponer los argumentos, señalar las causas y proponer soluciones. Desde el punto de vista del sistema y de sus lacayos, les ayudará a entender lo que sucede y si ven que puede suponer una amenaza, suministrar algo de anestesia y a seguir con el negocio como siempre. Es la decisión entre pegarle un tiro al presunto terrorista o no. Si se lo pegas (lo “abates” como ahora miserablemente se dice en los medios de desinformación) no vas a entender nada, si lo detienes y le interrogas, a ser posible sin torturarle, pues igual ahorras alguna muerte que otra en un futuro, quién sabe.
Y el derecho a la pataleta es lo que a mi juicio sucedió, sucede y sucederá cuando el conjunto de personas que se sienten agraviadas no pueden acceder físicamente a la que consideran la raíz de sus problemas, por lo que descargan con lo que tienen a mano. No creo que sea demagogia barata afirmar que cada vez las poderosas, ese uno por ciento, como se les llama ahora, están menos expuestas a la turba. Para empezar muchas veces ni se sabe bien quienes son. En el siglo XIX estaba claro dónde encontrar a los industriales catalanes, en sus mansiones de la zona alta. Ahora hay fondos de inversión, sociedades pantalla y miles de parapetos que ocultan la identidad de quien mueve los hilos.
En esa tesitura pues se agarra una piedra y se rompe un escaparate. Con esto no estoy justificando esa acción, solo la interpreto, y por supuesto que puedo estar equivocado. No conozco a todas las personas que a lo largo de la historia de la humanidad han roto escaparates de una pedrada o han quemado contenedores de basura, pero no me creo la versión de Marlasca (el pseudoperiodista) y sus muchachos de que son profesionales de le violencia. Algo de eso habrá, como en toda muchedumbre, pero creo que no está fuera de lugar analizar la desesperanza y empatizar con las personas para entender lo que sucede.
Movimientos políticos de amplio alcance como ese engendro titulado “primaveras árabes” comenzaron con un vendedor ambulante desesperado prendiéndose fuego. No creo que esa persona estuviera muy politizada y quisiera engrosar la lista de mártires revolucionarias.
La disociación entre quienes consideramos responsables y nuestras capacidades de echarle el guante producen monstruos, en este caso escaparates rotos y objetos quemados.