Hace una pila de meses, que diría un malagueño, que no escribo. Supongo que algo tiene que ver que he dado de alta un perfil en X (la antigua Twitter) para poder interactuar con el resto de usuarias de una forma más o menos animizada. En cualquier caso dado lo vetusto de mi cerebro este medio, diario, blog o como quiera ser denominado, me permite profundizar más en algunos temas, que en X me da la verdad bastante pereza. Vamos pues allá a perorar, hoy “antis”.
De hecho acabo de corregir el título y le he añadido el plural, “antis”, porque son muchos, variados y de distinto signo. Vamos allá con la idea fuera, para los perezosos: el siglo XXI es el de los “antis”, mientras en siglo XX fue el de los “ismos”.
El siglo XX fue el del “anarquismo”, “socialismo”, “fascismo”, “comunismo”, “islamismo”, “ecologismo”, “feminismo”, “sionismo” o cualquier otro proyecto político o religioso de amplio espectro más o menos definido con una cierta voluntad de perdurar en el tiempo y en un ámbito geográfico. Fue un siglo de confrontación de ideas, supongo que con un cierto mesianismo y aspiración a convencer al otro, por las buenas o por las malas, que el proyecto político de uno era mejor que el del otro. Y si, como todas ideas y el pensamiento humano, sus raíces se hunden en el siglo anterior, el XIX, pero creo que se podría fijar en el XX el de su realización práctica.
Grandes pensadores, partidos, religiones, profetas o voceros de distinto pelaje se encargaron de darle forma, cada cual con sus propias características, y con las diferencias que se quieran ver de la teoría a la práctica, pero yo al menos le veo unas ciertas características, que los hacen ciertamente similares entre si y opuestos a lo que estamos viviendo en el presente siglo, vamos allá:
Propositivo
Cada cual que elija el “ismo” que más le guste, se vaya a la Wikipedia, si es perezoso como un servidor, y extraiga las bases del corpus teórico y práctico de ese movimiento, doctrina, religión o como le quiera uno etiquetar. En todos los casos se verán propuestas más o menos concretas, más o menos acertadas o disparatadas, pero algo que construir, que nos acercaría un pasito más a una sociedad ideal, que entiendo que era un poco la meta de todos estos movimientos.
Por supuesto hay (porque los sigue habiendo, no han desaparecido) “ismos” que contienen “antis”. Sin duda el fascismo pretendía ser una superación de la decadente democracia burguesa y un furibundo “anti” del comunismo.
En un eje izquierda – derecha todas estas ideologías, por denominarlas de alguna forma, sin duda tienen su némesis, pero aunque suene a tópico, no es menos cierto que en muchas ocasiones los extremos se tocan, y hay ciertas similitudes entre lo teórico y lo práctico de movimientos teóricamente opuestos.
Global
A mi juicio estos “ismos” pretendía ser globales, extenderse o imponerse a escala planetaria. Si no lo consiguieron no fue por falta de voluntad, sino por la realidad de los hechos. Quizá proyectos más concretos, como el sionismo, puedan ser una excepción, por circunscribirse a un territorio concreto.
Otros en cambio como el ecologismo o el feminismo creo que son transversales, y por ende globales, y pretenden empapar todas las facetas de la vida y estar presentes en todas y cada una de las decisiones que las distintas sociedades adopten acerca de cualquier tema.
Pos-modernidad
En la actualidad me da la sensación de que hay un cierto agotamiento, de que ya está todo inventado. Términos como “pos-moderno” siempre me han sugerido que ya está todo inventado, que solo se trata de una adenda, de un epílogo, porque hasta da pereza comenzar algo nuevo, una nueva era. Supongo que tiene mucho que ver con esa cosmovisión de hombre blanco heterosexual crecido en un país “occidental” y capitalista, en suma, en el mejor de los mundos posibles.
Pues bien, en este mundo completo, donde ya no cabe una sola idea más, lo más cómodo es dejar de inventar nuevas corrientes de pensamiento y pasar a la oposición al otro, que sabemos que tiene innumerables ventajas. Amiguitas aquí han llegado los “antis”: “antifascista”, “anticapitalista”, “antipatriarcal”, “anti-independetista”, “anticomunista”, “antiracista”, etc.
De nuevo tómese con precaución mi perorata: nada es completamente nuevo ni completamente viejo. Ya existían esos “antis” antes, y los de ahora pueden ser continuación de las luchas del pasado siglo contra regímenes totalitarios, que no dudo que fueran terribles para millones de personas que los sufrieron durante todas sus vidas.
Y es que esto del “anti” le va como anillo al dedo a redes sociales como X, con lo que se produce aquí un círculo a mi juicio vicioso. Todo es consumo, frustración, odio, superficialidad, y, vuelvo a insistir en ello, cierta pereza para desarrollar ideas.
El propio auge de X o supongo que muchas de las redes sociales tiene mucho que ver con ese turbocapitalismo, como Tinder, de usar y tirar, de consumo compulsivo, y claro, las ideas y los argumentos no iban a ser una excepción. Tiene por otro lado una fuerte componenda de búsqueda del reconocimiento de los otros (recordemos el estrato superior de la pirámide de Maslow), “seguidores” es el palabro. Muy cerca de lo que designaba a los acólitos de una religión, pero con la diferencia de que las lealtades, igual que las relaciones interpersonales, actualmente duran lo que duran dos peces en un güisqui on the rocks.
Pues bien, ya vemos un canal perfecto, las redes sociales, para difundir ese odio, que en suma creo que es uno de los principales ingredientes de muchos de estos “antis”. Aquí sin duda hay que parar y debatir si esto es cierto. No todos los “antis” son iguales, de hecho el “antifascismo” seguro que tiene casi un siglo de vida, y muchas personas dieron su vida por parar a toda costa un proyecto político que ha encarnado sin duda las más altas cuotas de maldad humana jamás producidas.
Acepto pues que “anti” y odio quizá son cosas distintas, pero sigo pensando que aquí está pasando algo que no acabo muy bien de entender, así que usted atenta lectora, si tiene pistas, no dude en manifestarse.
He aludido también a la pereza, a la desidia, a la renuncia a aspirar a construir un proyecto global, no se me ocurren muchos más motivos por los que los “antis” sean absolutamente predominantes.
Se que no es representativo, pero quiero cerrar esta turra con una anécdota. Tengo un compañero de trabajo con el que discutimos, siempre desde el respeto, sobre lo divino y lo humano. Un servidor le reconoce a su compañero lo minoritario de su ideología, el anarquismo. Ven, otro “anti” en el fondo. Últimamente prefiero usar el término “libertario”, porque me parece más propositivo. Por otro lado le digo también que la ideología predominante en nuestros círculos más cercanos, que podríamos denominar “ordoliberalismo” (término escuchado en el gran podcast “Ampliando el debate”) está basado en falacias. Y esto si que puede ser debatido, pero es bastante sencillo de desmontar una a una.
Por otro lado este gachó adopta posturas claramente “anti”. Una de las conversaciones más recientes que recuerdo es acerca del salario mínimo y de la reducción de la jornada laboral. Pues bien, él, trabajador para terceros, dice no estar a favor de la medida porque eso puede poner en riesgo muchas pequeñas empresas. Y me pone el ejemplo de una panadería donde trabaja su madre.
No voy a desarrollar ahora los argumentos aquí dados, eso caería más en la caja de lo que podríamos denominar defender los intereses de la clase que te oprime, en el peor de los casos, o te exprime, en el mejor. Lo traigo a colación aquí junto a otras cuestiones, como su preocupación por la delincuencia y la okupación en Barcelona, o su oposición a la ley del solo sí es sí.
Y de verdad que no se imaginen a un cavernario votante de VOX, la cosa no va por ahí, porque esos si tienen un proyecto, una propuesta, son “ismo”, no tango”anti”. Este gachó sencillamente hace un cherry picking de ideas que escucha en los más variopintos medios, y construye toda una lista de las cosas que le parecen mal.
Mi pregunta es: ¿y qué te parece bien? ¿Tu que harías? Ahí la cosa se embarra.
Por eso, queridas amigas, cada vez veo más claro que es muy importante y challenging, que diría un sajón, darle más importancia al “cómo” que al “qué”. Una vez hemos identificado todos los “antis”, aquello que no nos gusta, hay que ir hacia otra cosa. Luchar individualmente contra cada “anti” puede ser un camino, pero no tengo muy claro que tácticamente sea el mejor. Habrá que seguir hablando, pensando, y convenciendo a los que no piensan como uno, pero proponiendo.