Condurar

Condurar es una palabra que aprendí en la época que estuve en los fogones. No como cocinero de un prestigioso restaurante con estrellas Michelín, sino como fregaplatos o marmitaco, gran palabra también.

Bien, pues es una palabra que en pocas letras, a su vez condura los esfuerzos del hablante, designa aquello tan sabio de no derrochar y emplear lo justo y necesario para el propósito que se persigue. Desde la celebérrima “lo bueno si breve dos veces bueno” no existe nada parecido en términos de decir más con menos.

Pues bien, creo que la sociedad en la que vivimos, que como creo ya dije me adhiero a los que la definen como industrial más que como capitalista, que corre como caballo desbocado sin mirar hacia atrás, necesita de esta palabra, precisa que todos, individualmente y colectivamente, conduremos los recursos que tenemos.

Desde un punto de vista físico me parece obvio, y de hecho hace ya años que ha calado en el ideario común que recursos aparentemente infinitos como el agua son en realidad escasos, y que entre otras cosas porque lamentablemente millones de personas tienen dificultades para el acceso a agua potable, no debe derrocharse. Otro ejemplo son las energías de origen fósil, aunque aquí los amigos del fracking creen que la toalla se puede retorcer aún una vuelta más a ver si caen más gotas. Yo creo que más nos valiera guardar lo que nos quede por expoliar para realizar, de verdad, la tan cacareada transición ecológica, o aun mejor, dejarle a las generaciones que tienen que venir la parte que les pueda corresponder.

Pero no era de esos tangibles de los que yo quería hablar, o al menos no directamente, porque por mucho que seamos una sociedad compleja sedienta de servicios y mandangas, al final si trazamos el invisible cable que va desde nuestros cuerpos serranos, pasando por nuestras mentes, transitando por la maraña del servicio que consumimos, al final llegamos a algo tangible, a algo físico.

Esta sociedad, más que mundo, que vivimos está llena de paradojas, en buena medida causada por el no haber frenado a tiempo, por esa huida hacia adelante del que por un lado muestra al exterior que está haciendo lo correcto, de que no hay nadie que lo pueda parar, pero por otro lado ni recuerda por qué comenzó a correr ni cual es la meta. De hecho quizá uno de los problemas que tiene el tejido productivo es la ausencia de metas, pues indicaría que objetivo cumplido, se cierra el chiringuito y a otra cosa mariposa. Inaceptable.

En mi opinión el ejemplo perfecto de lo que trato de perorar es el coche. Si uno mira el salpicadero y ve las muescas que cual gajos de naranja rodean la periferia del velocímetro verá, a su lado derecho, números que probablemente superen el 200. Y eso niños y niñas es la velocidad, expresada en kilómetros hora, que alcanza nuestro corcel de hierro. Pues bien, esto indica dos cosas, a saber:

a) Mentira. No es cierto que el vehículo pueda alcanzar dicha velocidad. Solo es necesario ir a las especificaciones del fabricante y se verá que la velocidad máxima de un turismo normalito raras veces excede los 180 kilómetros por hora. Nadie dijo que la aguja pudiera alcanzar esa rallita, así que aquí nadie miente. Bueno, es casi más triste pensar que la simple ensoñación de ir rápido mola, supongo que es algo muy masculino.

b) Tontuna. Es del género idiota hacer vehículos que puedan ir más rápido de lo que en la inmensa mayoría de países se puede circular1.

Y esa paradoja del coche ejemplifica que no de ahora, desde hace ya años, el complejo científico-técnico va por delante de lo que en buena lid es aconsejable para perpetuar la vida, no ya de fauna y flora de la cual nos servimos a nuestro antojo, sino de nosotros mismos, como especie humana.

Hay otros ejemplos tan mortíferos como la bomba atómica, pero no es de cosas diseñadas desde un inicio para hacer daño de lo que quería hablar, sino de cosas que tenemos a nuestro alcance y que sobre el papel deberían hacernos la vida más llevadera.

El momento que vivimos siempre es único, y más si lo vemos con los ojos de los coetáneos, pero hay multitud de indicadores, la mayoría de los cuales lamentablemente son muy negativos, que permiten concluir frases que comienzan por un: “es la primer vez en la historia que…”. Ahí me arranco con la mía: “es la primera vez en la historia que no se podrá usar en toda su extensión la tecnología existente” a lo que se le podría añadir la coletilla de “porque los perjuicios que causa excede sus beneficios”.

Como ejemplos el coche que corre tanto que si pisamos a fondo nos la pegamos, el fracking, en el que consumimos casi la misma energía que la que vamos a extraer, pero contaminando todo, o las redes sociales y los móviles, que nos hacen sufrir como condenados a galeras. Es escalofriante el gráfico que muestra el recomendabílisimo documental “el dilema de las redes sociales”2 relativo al incremento exponencial en auto-lesiones y suicidios en determinadas franjas de edad. Propone como hipótesis el documental que el evento principal que acaeció en el año que el gráfico muestra como el inicio de esta tendencia la generalización del acceso a las redes sociales desde dispositivos móviles.

Pero hay más. En contra de la ensoñación de liberales y demás ganadores de este sistema económico es una falacia que se pueda elegir de todo y cuando uno quiera. Los recursos son finitos y hay que condurarlos. Recuerdo el famoso debate del distrito universitario único y demás absurdos neo-liberales, donde supuestamente como hay de todo pues un ciudadano libre e informado, puede hacer lo que quiera y cuando quiera. Lamentablemente la pandemia de la COVID 19 nos ha puesto en nuestro sitio.

Se que nadie le gusta escuchar malas noticias, pero los recursos son escasos y los que nos quedan hay que cuidarlos. Si además vemos el mundo como un lugar en el cual nos debemos integrar, como una especia viva más, en lugar de como una tienda en la que el tendero está en trastienda y podemos afanar lo que queramos y salir corriendo, pues mejor.

Cierro esta pieza, porque mi hija me reclama, lanzando una distopía, para dejar al que pueda leer esto con el come come. ¿Se imaginan un mundo, a lo Mad Max, preñado no ya de mamotretos físicos herrumbrosos abandonados por doquier, sino de granjas y granjas de computadoras apagadas porque la poca energía de la que dispone la humanidad se precisa para mantener la vida?

Ahí lo dejo.

1https://en.wikipedia.org/wiki/Speed_limits_by_country#/media/File:World_Speed_Limits.svg

2https://www.netflix.com/es/title/81254224