Intereses

Me resulta odioso el concepto de interés, que es aquella exigencia (no se me ocurre otra palabra más ajustada) de que el capital que uno acumula se multiplique, como el milagro de los panes y los peces. Y ojo que no estoy hablando de magnates con chistera fumando un puro y leyendo el periódico monárquico acomodado en la butaca de la sala de billar, me refiero al albañil sin estudios que compra el producto financiero que le ha recomendado el del banco.

Escribir me está ayudando a aprender sobre lo que escribo, así que me van a dar unos minutos para que me documente sobre el origen histórico de los intereses, ya me ha picado la curiosidad. Ya, espero no haber tardado mucho. Y a riesgo de sonar cuñadil, una celérica ojeada a la wikipedia me reafirma en una idea que paso a desarrollar.

Dice la wikipedia que en su más tierna infancia el préstamo de semillas iba a asociado a un interés, en el sentido de si yo te dejo diez semillas, me debes devolver, transcurrido un cierto tiempo, doce. Y esto era así porque se consideraba que las semillas se convertirían en árboles o plantas que darían de comer al ganado, que se reproduciría y por tanto posibilitaría el retorno de esos intereses (del 20% en este ejemplo).

Pues bien, eso deja entrever un cierto organicismo, en términos de vincular algo abstracto (dinero, intereses, capital, etc.) con algo físico (semillas, animales, comida, etc.). Lo que sucede en la actualidad es que este modelo sufre, más bien diría hace aguas, por dos lados:

a) Límites físicos. Si, amigos y amigas, el planeta tiene unos límites físicos, y por muchas mandangas tecno-optimistas que nos quieran vender (literalmente) o enviamos gente a la luna a esquilmarla o esta tierra que pisamos (literalmente) da para lo que da. Soy consciente de que la sociedad compleja que impera en la mayor parte del planeta precisa más de servicios que de comida, pero sin lo segundo no hay lo primero, de hecho no hay vida. Prueben ustedes a hacer una maratón de visionado de películas en su plataforma de streaming preferida pero cuando tengan gusa no vale llamar a su proveedor de comida a domicilio preferida, se aguantan. Vaticino que no terminan ni la primera temporada.

b) Fiduciarización. El dinero es fiduciario, no tiene soporte material alguno, por lo que los Estados emiten moneda con alegría, y entre Estados hay “fe” de que el castillo de naipes no se caerá.

Aunque no se hubiera producido lo segundo (la fiduciarización de las monedas) probablemente solo lo primero (límites físicos del planeta) hubiera originado los primeros problemas. Lo más probable es que lo primero haya llevado a lo segundo, y es que el capitalismo, esta vez si el capitalismo y no la sociedad industrial necesariamente, está a punto de “trasroscarse” de tantas vueltas de tuerca que ha dado sobre sí mismo.

En un sistema donde hay intereses, si las deudas se pagaran todas, se debería producir un sistema de crecimiento económico infinito. El razonamiento es sencillo: yo te pido diez y te tengo que devolver once. Para devolverte la una que me falta, tengo que ser capaz de producir más con lo mismo, y así sucesivamente.

Este planteamiento lineal lógicamente tiene sus puntos de fuga, que son los default, quiebras, quitas o cualquier otra manifestación de impago de deuda. Aquí se pone el contador a cero y vuelta a empezar. Esto según me dicen los miembros del club Bilderberg no les gusta, así que ellos han preferido históricamente la segunda alternativa: las guerras. Se devasta un territorio, se quita de en medio unos cuantos de miles de personas, y ya tenemos hueco para crecer. No deja de ser cortar la mala hierba para que crezca la planta que nos interesa, la que da tomates.

Esto es un poco inaceptable en los días que corren, y aunque todavía hay guerras en el mundo, son estéticamente difíciles de digerir por la opinión pública, por lo que hay que inventarse otra cosa. Y hete aquí que llegamos al invento que salvará al capitalismo: la deuda.

Es perfecto, porque lo que hacemos es dar una patada hacia adelante a nuestros problemas. ¿Que no sabemos ya qué inventar? ¿Que los robots hacen el trabajo de las personas, y por tanto se produce una suerte de “fordismo inverso” de trabajadores pobres? ¿Que vivimos en un mundo lleno, donde no existen territorios por colonizar? Pues nada, emitimos deuda y todos nos hacemos trampas al solitario diciendo que la pagaremos. Desde la niña que se tapa la cara con las manos pensando que como ella no ve no es vista no he dado con un mejor ejemplo de respuesta sencilla a un problema complejo.

De hecho ya se empieza a hablar de conceptos sublimes, como el de “deuda perpetua”. Claro, una deuda que es perpetua quiere decir que estará allí por los siglos de los siglos, como la iglesia católica, y si no se paga pues tendrá que reconocerse que mucha deuda no es, ¿no? Es como la frase que ha hecho fortuna en mi casa, según la cual si te debo 20 euros tengo un problema, pero si te debo 20.000 euros igual el problema lo tienes tu.

Y el segundo aspecto que quisiera destacar de esta canallada, hablemos por primera vez en serio, de la deuda es que devora el futuro de nuestras hijas. Y claro, como los no-natos no votan pues ¿quién se va a oponer? Para cuando sean mayores de edad se van a encontrar con el pastel de que tienen el contador a menos varios centenares de miles de millones de euros. ¿Qué harán? No creo que este vetusto ministro sin cartera esté allí para verlo, pero presumo que patada hacia adelante, y endosarle la deuda al que tenga que venir.

Ya dije en otra pieza que la deuda implica un derecho que tiene alguien a disfrutar de bienes y servicios que con toda probabilidad deberá ser satisfecho por las generaciones futuras. Y esto es así porque el capital no es “oxidable”, lo cual sería interesante. Una posible alternativa sería que se fuera “evaporando” si no se gasta. De esta forma la cantidad de masa monetaria del planeta disminuiría e iría acompasada al mundo material, lo cual siempre es una buena noticia.

Pues bien, que me he enrollado mucho, lo que siempre me fascina es observar cómo los que menos tienen tienen posturas que en mi modesta opinión van desde lo irracional, pasando por lo que en realidad les perjudica hasta lo directamente miserable. Insisto, los que menos tienen, no los ricos con chistera. Yo estoy muy lejos de esa imagen del pobre que se ayuda, que es “pobre pero honrado”, que comparte lo poco que tiene, etc. Claro que es así en muchos casos, pero en entornos urbanos, que son los que más conozco, mi hipótesis es que la miseria trae miseria.

Pues bien, ese albañil o esa mujer que limpia escaleras, de vida frugal, genera unos ahorrillos. Y ¿qué pasa ahora? Que los intereses reales que le ofrecen los bancos son negativos. Lejos quedaron esos libros de La Caixa que poblaban en exclusiva el pedazo de mueble que en mi casa presidía el salón-comedor, o esas sartenes y ollas con las que obsequiaban a sus pertinaces ahorradores. Ahora no dan, quitan. Y esto es así porque vivimos en un mundo de intereses 0 o negativos, y los bancos, en particular los patrios, se han quedado sin modelo de negocio.

Abro pequeña digresión. Los bancos tienen activos (préstamos) y pasivos (depósitos), y viven del diferencial entre los tipos de interés que cobran por sus activos (préstamos) y los que tienen que pagar por sus pasivos (depósitos). En un mundo en el que los tipos de interés son prácticamente cero, se han quedado sin margen de maniobra, y ahora tienen que cobra comisiones por todo y no dar un duro por los ahorros. Cosa que yo, miren lo que les digo, prefiero a que me den un 2% por mi dinero no se muy bien ni por qué, ni cómo. Así es uno de raro, pero el motivo lo pueden extraer ustedes mismos de lo que he escrito hasta ahora.

Bien, vuelvo a esa adorable pareja que a muchos de los que tenemos ahora entre cuarenta y cincuenta podemos identificar como nuestros padres. Dicen, “es que para que no ten nada” pues compran deuda del Estado o cualquier otro tipo de instrumento financiero más o menos complejo, con el oscuro deseo de que si tenía diez, pasado un cierto tiempo, pueda tener once. Así de sencillo, el dinero llama al dinero.

Y esto es lo que me fascina, ¿por qué? ¿Por qué la gente exige a su dinero que se multiplique, por supuesto sin doblar el espinazo y trabajar? Se me puede achacar que es por algo que se llama inflación, es decir, que si los tipos de interés fueran cero, y el precio de bienes y servicios subiera un punto, pues ya estamos perdiendo dinero.

Yo me pregunto, ¿no estará la inflación en buena medida causada por los tipos de interés? Si yo pedía prestado diez y tengo que devolver once, una de las cosas que puedo hacer es vender las zapatillas a 55 euros, en lugar de los 50 que pedía antes. Repercuto a mis clientes una subida del 10% que es la que me cobra mi banco por el préstamo. Y si esto se hace a escala masiva, se incrementa la inflación y vuelta a empezar, con el pernicioso efecto de que de paso se irá incrementando la deuda y ya sabemos al final quién pagará el pato.

Por supuesto no quiero culpabilizar ni cebarme en quien no es responsable de esta situación, porque no tiene los resortes ni la capacidad de influencia necesarios para poder revertirla, pero si me gusta poner el dedo en la llaga en comportamientos más o menos generalizados y que con el debido respeto creo van en sentido contrario al interés de la clase social a la que pertenecen.

Como no se me ocurre una forma mejor de cerrar esta pieza volveré a la wikipedia seguir leyendo sobre el interés, a ver qué más aprendo. Prometo volver aquí si hay algo relevante que modestamente puedo compartir.