Inversiones

Días después de escribir la pieza sobre intereses me di cuenta que faltaba la otra parte del yin y el yan: las inversiones, con el cemento que une a ambas caras de la avaricia que representan: la rentabilidad.

Voy repitiendo de tanto en tanto algo que es un mantra dentro de estos escritos, y es la advertencia por un lado de que este ministro sin cartera no es experto en nada de lo que escribe, que pese a que probablemente repita como un loro argumentos de terceros intenta siempre pensar por uno mismo y que no existe ningún interés espurio en esta labor de escritura.

Pues bien, advertidos están, voy allá. Como casi siempre las ideas para escribir me vienen de fuera cito mi fuente, el gran programa “Economía directa” que tantas y tantas veces he citado. Pues bien, su hasta ahora último programa1 hablan, a petición de su ilustre audiencia, sobre inversiones, en el sentido que asesorar sobre dónde meter sus dineros.

Y esto es lo que me sublivella, como decía la canción. La jugada es la siguiente. Existe un programa de radio donde personas como usted o como yo dan su opinión sobre los temas más inopinados, sin cobrar por ello (que yo sepa) y por el simple placer y disfrute de decir lo que les de la gana. El hilo conductor temático es la economía, como reza (que gran acepción del verbo) el título del programa. A fuerza de emitir contenidos interesantes pues van ganándose una merecida audiencia, entre las que se encuentra este siervo de ustedes. Pues bien, una oyente les impele a producir un programa donde aconsejen sobre cómo invertir sus dineros. Ven, eso yo nunca lo haría, por los motivos que intentaré desgranar en esta pieza.

Conviene ahora detenernos brevemente para resumir el estado de las cosas en lo que al dinero se refiere, que es bastante excepcional. Los tipos de interés están a cero, y por tanto los bancos se han quedado sin modelo de negocio. Lejos de dar nada por los depósitos lo que hacen es ofrecer intereses negativos de facto, ya que si en un año por dejar mis ahorros me dan cero intereses, pero me van cobrando comisiones aquí y acuyá, y si a eso le sumamos una aunque sea raquítica inversión, acabo perdiendo dinero. Es decir, miro el saldo y pasan dos cosas: que la cantidad que tengo a 31 de diciembre de 2020, con la que pensaba comprarle los reyes a los churrumbeles es menor que la que tenía el primero de año, y que además en términos reales, por efecto de la inflación, puedo comprar menos cosas.

Y antes de saltar al siguiente eslabón del razonamiento de lo que parece ser el común de los mortales me detengo para hacer una reflexión: ¿es un problema que los depósitos se evaporen? Es decir, ¿pasa algo si el ahorro de toda una vida, acumulado con el sudor de mi frente, se va esfumando a ojos vista? Pues yo niego la mayor y digo que, lógicamente previos ajustes más o menos estructurales, no debería pasar nada.

Creo, y lo he dicho en piezas anteriores, que lo que se necesita es que la sociedad, mediante la estructura que uno prefiera, Estados para uno, colectividades para otros, pactos de libre federación, municipios, etc. Garantice a sus “estructurados” (las personas que libremente han decidido formar parte) cuidados, vivienda y educación. Si esto se cumple, la necesidad de acumular moneda corriente en los bancos decae, y por tanto efectos como los tipos de interés negativos o incluso en menor medida la inflación no son demoledores.

Pero voy con el segundo argumento, la “oxidación” de la moneda. En el fondo tener un activo (depósito o cuenta en un banco, empresa, acciones, etc.) no deja de ser un derecho que tiene que satisfacer las generaciones venideras en forma de productos y servicios. Pues bien, pongamos el ejemplo más sencillo, que es el de una cuenta bancaria. Si los tipos de interés fueran incluso negativos, de manera indirecta se forzaría a poner ese dinero en circulación, pero no de aquí a cuarenta o cincuenta años, vía herencia, no. Aquí y ahora.

Una de las cosas que podría suceder, y en cierto modo sucede actualmente, es que esa masa monetaria ingente, huyendo como alma que persigue el diablo de los intereses cero, vaya a encontrar reposo en todo tipo de artefactos especulativos, como por ejemplo la vivienda.

No se trata aquí de ofrecer soluciones sencillas a problemas complejos, pero si de intentar ir a la raíz de los problemas y apuntar algunas soluciones. No conviene confundir que la solución a un problema sea difícil de llevar a cabo (resolver el hambre en el mundo) conque el problema en si mismo sea complejo (el desigual reparto de riqueza). En sentido opuesto tenemos una solución muy sencilla de ejecutar (vacunación masiva) que requiere resolver un problema hasta el momento irresoluble por su complejidad (entender cómo funciona el virus SARS-CoV-2).

Pues bien, me pregunto si en la historia de la humanidad la especulación se ha producido alguna vez sobre bienes (casi diría que nunca sobre servicios) que no sean de primera necesidad. ¿Se ha especulado acaparando bolis BIC o Ferraris testarrossa? Yo creo que no, que más bien se acapara comida durante hambrunas, o vivienda en momentos de aumento del desempleo o presión demográfica. Blanco y en botella: intervéngase esos “mercados” de bienes de primera necesidad, así de sencillo. Y si, yo creo que no todo es un producto susceptible de ser comprado y vendido. No todo vale.

No voy a ser tan ingenuo de dar un par de palmadas, como el que sacude el polvo, y decir, palillo en oreja, “problema resuelto”, pero si apunto la raíz del problema (el mercadeo de bienes de primera necesidad) como la raíz de un problema (la especulación) que no nos engañemos, está directamente conectado con otro, la miseria, ruindad, avaricia y otras muchas cosas de las personas. Y ojo que no hay que irse al 1%, la frutera de la esquina puede ser perfectamente propietaria de tres o cuatro pisos en el barrio, las apariencias engañan.

Si el dinero no va a especulación, y asumimos la hipótesis que es “oxidable”, porque pierde su valor a marchas forzadas, puede ir a otro fin: a inversión. ¿Y qué se considera inversión? Dentro definición patillera: dedicar recursos a actividades económicas. Y fíjense que en mi definición de economista de medio pelo dejo fuera conceptos como “rentabilidad”, “dividendo”, “recuperación de la inversión”, etc. Y que incido en distinguir “actividad económica” de “rentismo” o cualquier otra forma parasitaria de vida que se han formado cuatro para vivir del cuento.

La gran pregunta es: ¿por qué diablos alguien debería invertir su dinero? ¿Qué obtiene a cambio? Respecto a lo primero el palo y la zanahoria. Primero el palo. Si decides no mover el dinero, lo devorarán las termitas de los tipos de interés cero. Luego la zanahoria, y aquí lo conecto directamente con el programa que escuché, que me puso los pelos como Scorpions, como dice el gran Juancar de “Barrio Canino”2. Porque generará riqueza y bienestar para él y los suyos.

Pongamos un ejemplo, y aquí casi no hay que tocar nada del sistema en el que nos encontramos inmersos. Uno decide comprar acciones de una empresa o préstamos participativos de una cooperativa de vivienda, como fue el exitoso ejemplo de La Borda3 en Barcelona. Con su granito de arena verá crecer, desarrollarse o a veces simplemente sobrevivir a negocios con una actividad real, no especulativa, y que satisface necesidades reales de personas reales, no engorda los ya mórbidos bolsillos de cuatro poderosos.

Ya, ¿pero qué obtiene a cambio? La devolución en unos plazos más o menos razonables, para que su dinero sea suficientemente líquido, de lo que aportó, ni un maravedí más, ni un maravedí menos. Ni intereses, ni retornos, ni plusvalías ni dividendos ni nada de nada. Ah, ¿que la señorita no quiere? Pues palo, intereses cero.

Concluyo esta pieza concretando un poco más lo que me dejó patidifuso del programa que escuché, y es el mantra, que no digo que no comparta en parte, de que este país es un desastre, que se basa en lo que denominan, concepto que incorporo desde ya, “capitalismo de amiguetes”, que es un país en decadencia (esto no lo comparto), etc. Y conste que es el país en el que todos los sesudos contertulios viven, y que, supongo, en algún modo tienen interés de que funcione, cual vecinos de una escalera reunidos en rellano, algunos de pie y otros sentados en los escalones.

Pues bien, ¿qué aconsejaban estos contertulios a sus escuchantes? En primer lugar todos sin excepción estaban abonados al paradigma imperante de propiedad privada y multiplicación, cual milagro de los panes y los peces, del dinero. Que si tengo diez chavos, pues lo que tengo que hacer es buscar la forma de que sean veinte, no importa el cómo, y si sin treinta pues mejor.

La contradicción se produce cuando dicen que no se les ocurra poner un solo quetzal en empresas del IBEX, pues van a perder dinero porque pertenecen a un país en decadencia, y que las pongan en títulos indexados a ser posible de países que van bien, como los Estados Unidos, Japón, etc. Si esto se hace de forma masiva, y lejos de la intención de este ministro sin cartera defender las empresas del IBEX, ¿qué sucederá con el país en el que vivimos? Pues que se hundirá aún más en la miseria.

Se podría llegar a la paradoja, juzguen ustedes si lo que a continuación describo tiene visos de verosimilitud o no, de una albañil pasado los cincuenta, que haya conseguido ahorrar 15.000 € y que decida comprar acciones del NASDAQ. Y eso lo hace otro y otro y otro. Al final esas empresas tecnológicas se financian con dinero de todo el mundo, sería muy largo el explicar el cómo se consigue fabricar tamaña aspiradora de recursos, y van como un tiro y por tanto las acciones cada vez valen más.

Pero por el otro lado se está produciendo una auténtica fuga de capitales, y la empresa para la que trabajaba nuestra atribulada albañil quiebra, porque sus clientes ya no abren nuevas oficinas y se tienen que financiar a precio de oro por la dichosa prima de riesgo. Esta persona se queda en el paro, y ella y su entorno se empobrece. Pero, verbigracia de la globalización, tiene más euros en el banco por las acciones que ha decidido rescatar.

Esto que puede parecer una especie de página de Rue del Percebe número 13 es lo que seguro está ya sucediendo en este casino global en el que el dinero va y viene, insisto las veces que haga falta, sin sustento alguno en nada que pueda parecerse a la economía real y generando bienes y servicios que producirán las generaciones futuras, las que todavía no han nacido.

Pues bien, no puedo elaborar el buenista contra consejo de que inviertan en lo local, en el tejido de la economía social de proximidad, porque lamentablemente ni el mundo es como he descrito que debería ser para que esto se pudiera hacer sin ser una suicida, y además comparto el diagnóstico de que vienen curvas. Sirva esta pieza solo como elemento para la reflexión, y lo que se puede hacer perfectamente sin demora es un cambio interno, profundo, que ponga en cuestión las bases del capitalismo, de la propiedad privada, y que señalemos todo aquello que en realidad nos provocan más sufrimiento que bienestar.

1https://www.colectivoburbuja.org/cb/partes-1-y-2-peor-que-la-peor-prevision-economia-directa/

2http://barriocanino.blogspot.com/

3http://www.laborda.coop/es/proyecto/financiacion/