Música

Tengo que confesar que la música fue algo muy importante en mi vida, hasta la universidad aproximadamente. Luego sencillamente desapareció, supongo que tenía otras cosas más importantes que hacer (o no) y realmente nunca más ha vuelto. Ahora a lo sumo pongo de tanto en tanto algo de jazz mientras trabajo, porque no puedo hacer dos cosas a la vez y si la música no es instrumental se me va la cabeza con la letra.

Bueno, este interludio, nunca mejor dicho, viene a cuento de que de lo que voy a hablar en esta pieza es de música, aunque en realidad creo que el tema de fondo es la creación, la originalidad y la copia, pero creo que cuando el ámbito creativo es la música se dan algunas especificidades que vale la pena señalar.

Durante el confitamiento nuestra hija nos puso la cabeza hecha cantera a su madre y a mi con lo más selecto del reguetón y otras bazofias, que a saber dónde habrá escuchado, seguramente las junteras. Pues bien, para mi la banda sonora, y de nuevo lustros después un recuerdo en mi vida tiene banda sonora, del confitamiento será siempre una canción: tusa. No se si se titula así, pero al menos Alexa es la que ponía cuando mi hija se la pedía. Cierro los ojos y veo su carita, muy circunspecta mientras declamaba la letra y el balanceo de la pierna derecha a la izquierda, y de la izquierda a la derecha. Al final tengo que decir que con el cachondeo la usaba para despertar a mi otro hijo, el ya adolescente, anteriormente pre-adolescente, cuando al mediodía yacía todavía enroscado en la cama. Y lo hacía como método de tortura, que conste.

Pues bien, el otro gran hit que recuerdo, de no menos calidad y buen gusto, es “con calma”. Este compendio de macarrismo y de pésimo gusto musical, lírico, rítmico y de cualquier otra cosa tiene una importantísima diferencia (creo) respecto a la anterior: que encima es una copia. El original en su momento fue un pelotazo, el “Informer” de un rapero blanco de cuyo nombre no puedo acordarme en este momento. Pues bien, me entero hace unos días que esta canción ha merecido un premio, creo que ni más ni menos que el Grammy a la mejor canción latina del año. ¿En serio? ¿No se ha cosechado y recogido nada mejor en un año?

Se podrá objetar que soy el abuelo cebolleta, que ya no entiendo a la generación que me sigue, que es muy viejo aquello del cualquier tiempo pasado fue mejor, o que incluso los ahora aclamados Beatles fueron objeto de agrias polémicas entre hijos y padres, que los consideraban una degeneración moral etecé. Admito todos los cargos, me declaro públicamente viejuno cascarrabias. Pero acudo al contra-ataque e insisto en un detalle: que es una versión, que no es una canción original. Y esto si es tremendamente preocupante a juicio de un servidor de ustedes.

Como afortunadamente llevo ya unas cuantas piezas escritas, lo cual me llena de orgullo y satisfacción, ya no se si repito ideas, por lo pido disculpas de antemano si es el caso. Resulta que tengo un primo que se dedica a la música, y que ha repetido hasta la saciedad su odio visceral a las bandas tributo, porque no es que hicieran versiones, no, es que copiaban directamente al artista. Es más laxo con los tributos, pues es una forma de re-interpretar una pieza existente dando un estilo personal. Ahora mismo me vienen a la mente dos enormes versiones, que en mi modesta opinión mejoran los originales, y ojo que estamos hablando de hijas de artistas del nobel Bob Dylan o de Otis Redding. Hablo del “knockin on heavens door” de Gun N’ Roses o el “Hard to handle” de los cuervos negros, que estoy reproduciendo en estos momentos moviendo cervicales.

Por ser justos el “con calma” encaja perfectamente en esta definición en la que un artista se trae a su terreno una obra de un tercero y le da un sentido completamente diferente. Y que esto de alguna forma aporta algo a, y aquí viene la dificultad de encontrar la palabra, ¿cultura? ¿Entretenimiento? ¿Oferta? ¿Panorama musical? Lo que a mi me erizó los vellos del cogote fue que en las bases de ese premio no se establezca claramente que no pueden ser distinguidas obras que no sean originales, así de sencillo. Que está bien que se hagan versiones, y que se vendan discos a punta pala, eso ya es premio suficiente, pero los otros, los premios más formales, deberían ser un acicate para estimular la creación, lo nuevo, las ideas, la espontaneidad, aunque sea en terrenos de lo que podríamos llamar “lo comercial”.

Tengo muy presente que el conocimiento se construye sobre conocimiento, y que lo que ha venido antes que nosotros nos influye en nuestra creación, consciente o inconscientemente (en catalán, curiosamente, se diría “conscientment o inconscient”), y eso no solo no tiene nada de malo, sino que es muy bueno y sano, natural me atrevería a decir. Además supongo que son excepcionales los casos en los que un artista no cita o remunera su fuente, y pleito que te crió para que se determine si unas bases, unos ritmos, unos riff de guitarra o una letra era de un artista o de otro, pero este no es el caso del que estoy hablando.

Y ahora enlazo con otro caso, de distinto pelaje, pero que me dejó de pasta de boniato, que ahora es la época. Ayer estaba haciendo algo supongo que muy masculino, que es estar tirado en el sofá y haciendo zapping. Soy mucho de ir a los canales altos, aquella basura televisiva que no son los canales más vistos y que suele proyectar cosas de lo más bizarro. Anoche me detuve en una reposición a lo tonto a lo bobo de ni más ni menos que hace casi diez años, creo que era de 2011, de una tal Sabrina o algo así. El formato es tipo callejeros viajeros. En este caso esta señora acompañaba en su extenuante gira a un pinchadiscos (reivindiquemos ese nombre por favor) y un cantante, de los que ahora daré más detalles.

Adelanto ya la tesis que si no reviento: ¿cómo diablos es posible la figura del pinchadiscos estrella? Tengo que confesar que los minutos que estuve viendo el programa causaron en mi una opinión muy favorable del pinchadiscos, y que para nada se le había subido a la cabeza su fama. Ahí mejora la imagen frívola de tantas y tantas estrellas del pop y del rock. En un momento la conductora del programa, mientras van caminando ya no recuerdo si a un restaurante a degustar una cena que costó 500 € o empezar su sesión, que cuánto gana por esa sesión. El pinchadiscos le pregunta que si lo puede decir, a lo que ella le dice que si. ¿Cuánto dirían ustedes? Ni más ni menos que 7.500 € de 2011. Desconozco si ahora esa cifra será menor, igual o mayor, pero dado que estábamos en plena crisis financiera, supongo que ahora la tarifa debe ser igual o mayor. Insisto: 7.500 € por una sesión. Y no me extrañaría que todo, viaje, alojamiento y manutención estuviera incluido.

Pero el programa tenía otras sorpresas que depararme. Aparece un personaje secundario, un tal Rober (o Robert, ya no se), cuyo aspecto me resulta familiar. Estoy casi convencido que hace un cameo en una comedia española en la que sale con su cuerpo escultural y un bañador minúsculo, que contrasta, y ahí lo cómico, con lo ridículo de la escena en la que liga con una mujer y ya no recuerdo muy bien qué sucede. Se que doy detalles muy precisos, como chivato de la policía no tendría hueco. Pues bien, este tal Rober, me gusta más esta forma arrabalera, confiesa, y es algo que le honra, que lleva ni más ni menos que diez años viviendo de una sola canción. Repito, que lleva un par de lustros ganándose la vida con una sola canción. Lo diré de otra forma, en un momento dado, hace diez años, saca una canción, desconozco cual fue el proceso creativo, si ni siquiera la compuso él, creo que si. Pues bien, la canción es un pelotazo y desde entonces lleva cantando esa canción, esa sola canción, y se gana la vida con ello.

Antes de abundar más en el asunto presento a la tercera protagonista de esta historia, la cantante del megahit discotequero “everybody is free”. Y allí estaba, se encuentra con el cantante de una sola canción (con todos mis respetos, que quede claro) y el pinchadiscos, se saludan, y junto a la conductora del programa hale, a comer caviar ruso, de un color rojo que parece ser que es de los más apreciados.

Me sorprendió la predisposición de la mujer a entonar, a capela, su canción, supongo que como en el caso anterior no tiene otra. Ojo que esta la he bailado yo, y creo que en el programa lo llega a decir, por lo que ya no son diez, sino veinte años los que lleva esta persona cantando esa canción.

Y por fin la puesta en escena. San Petersburgo, casi medianoche…. y una claridad que parecen las diez de la mañana aquí, desde donde les escribo, en Fuengirola. Una fiesta de ricachones y ricachonas rusas y allí que van los tres. La jugada es la siguiente, el pinchadiscos dándolo todo, de sobte se sube al escenario en cantante de una sola canción y hace lo propio, cantar su única canción. Más adelante, o igual fue antes, se sube la cantante de una sola canción y, como no podía ser de otra forma, la canta. Es muy importante, y por eso lo de titular la pieza “música”, incidir en la disciplina artísticas de la que se trata, música, pero no menos importante concretar el género, música disco.

No me imagino ninguna otra forma de que alguien se suba a un escenario, haga algo durante unos cinco minutos, básicamente lo mismo que en los últimos lustros, y se baje y cobre por ello. Lo más parecido que me viene a la mente es un humorista, pero claro, dudo que cobre lo que cobran estas personas y que pueda mantener el repertorio intacto durante tantos años.

Repasemos pues los cuatro artistas que hemos mencionado, todos ellos de distinto pelaje. Tenemos al autor de una versión, “con calma”, tenemos a un artista de una sola canción, tenemos a una artista de una sola canción y finalmente a un pinchadiscos. Como en el primer caso el género es reguetón y no música disco, y además es un artista que tiene otras creaciones, vaticino que no podrá seguir los pasos de los artistas de una sola canción. Ese “con calma” será un éxito en su carrera, ganó, gana y ganará mucho dinero con ella pero seguirá adelante. Además el hecho de que ahora el reguetón esté de moda, por la propia característica de la moda, hará que tarde o temprano (espero que lo segundo) decaiga. En cambio la música disco seguirá por los siglos de los siglos. Con las variantes que se quiera, pues básicamente va como anillo al dedo a la muchachada, que jarta de todo tipo de sustancias que alteran su estado consciente, quieren salsa, su cuerpo pide salsa.

De los artistas de una sola canción creo haber destacado todo lo que me llamó la atención. Reconozco que no era demasiado consciente de su existencia. Una cosa son los solistas o grupos “one hit wonder” y otra cosa bien distinta es hacer las maletas, irte a San Petersburgo, subirte a un escenario, cantar una canción, bajarte y volverte a tu casa. Esto, y lo repito, creo que solo es posible si esa sola canción es música disco.

Me centro finalmente en la figura del pinchadiscos, Repito que hasta me cayó bien, todo lo bien que me puede caer una persona que no conozco y de la que me formo una opinión a través de su aparición en un programa de televisión de esos que ponen en los canales altos. En un momento de esas conversaciones que tiene con la conductora del programa le dice que ellos, los pinchadiscos, congregan más personas que los artistas que sin sonrojo califico de “de verdad”. Me quito la máscara y me posiciono: no entiendo cómo diablos alguien que lo que hace básicamente es reproducir la música, en algunos casos hasta esa palabra es muy generosa, que han compuesto y/o interpretado otros, puede tener más reconocimiento pecuniario y de público que los autores de esa música que el reproduce.

Soy consciente de que hago una reducción al absurdo del oficio de pinchadiscos. Tiene su técnica, su indudable parte creativa y todo lo que se quiera ver. Pero les reto a que hagan como los hermanos químicos o el gran Norman Cook y pinchen sus propios temas. ¿Sería esto posible? Creo que no, que sencillamente son cosas distintas, y hacen cosas distintas.

Pues bien dice el pinchadiscos que claro, Shakira es muy grande y llena un estadio, pero que si viene David Guetta pues que llena más. Y yo no tengo por qué dudar de un profesional y además empresario del sector, como es la persona que hace tal afirmación. No se si este tal Guetta crea lo que reproduce, lo que puedo afirmar es que el pinchadiscos protagonista de nuestra historia no, y que viaja por todo el mundo con su maleta de cedés y reproduce música de terceros.

No digo que esto sea el ejemplo de la degeneración moral del mundo que habitamos, ni que vaya a caer el cielo sobre nuestras cabezas, pero si que me parece realmente absurdo cómo hemos llegado a esto. Cómo se da la paradoja de que personas que crean malviven, mientras que otras utilizan las creaciones de estos, se forran. Lógicamente ni todos los creadores malviven ni todos los pinchadiscos se forran, pero hay algo que es indiscutible, y es que estamos viviendo un fenómeno nuevo.

Supongo que la tecnología tiene mucho que ver, donde se habla de playlists y no de discos, donde se puede distribuir de forma masiva “contenidos”, esa creo que es la palabra, audiovisuales de forma masiva e instantánea. ¿Saben nuestros más jóvenes lectores que antes era un acontecimiento que se esperaba años el estreno del nuevo videoclip de Michael Jackson? ¿Que se decía, no se sería cierto, que un ejemplar del mismo cruzaba el charco en un avión rodeado de las más altas medidas de seguridad para evitar cualquier filtración o adelanto de su contenido?

Se sigue creando y se seguirá creando, no tengo la menor duda, se música, libros, esculturas o cualquier otra cosa, ese no es el tema. Lo que si creo que es algo relativamente nuevo, y cada vez lo será más, es ese ecosistema de gente que se forra explotando, de una forma u otro, la creación de terceros. E insisto en que no es que se ganen la vida, es que se forran. Y por puro sentido matemático y de mercado, si unos se forran o bien se hace el pastel más grande, que lo dudo, o bien lo que unos se comen otros lo ayunan. Y se da esa paradoja, una más de este capitalismo absurdo, en el que se premia lo técnico, lo más fácil, y se deja en el ostracismo lo realmente meritorio, la creación.

¿Y dónde queda el público en todo esto? ¿Es que nos hemos vuelto idiotas? ¿Es que queremos escuchar una y otra vez lo mismo? Supongo que hay literatura al respecto, y que eso tan conocido de “la zona de confort” aplica también a nuestros oídos. Preferimos escuchar algo que ya conocemos a enfrentarnos a la incomodidad de escuchar algo por primera vez. Los grandes tiburones del sector sin duda tendrán alguna responsabilidad, porque tienen la capacidad de condicionar gustos, modas y tendencias. Al fin y al cabo ese proceso de concentración del capital hace que la parte derecha del embudo se estreche, y aunque creamos que en el dial hay decenas de radios, al final son marcas de un conglomerado empresarial que tiene unos intereses determinados.

En fin, que larga vida a la creación y que se mueran los feos, que no quede ni uno.