Colapsismo

El otro día escuché un debate monocolor colapsista, donde los tres terturlianos tres profesaban esa.. ¿creencia?, y así la expresaban. Vaya por delante que no soy experto en la materia, de hecho en casi nada, pero como ya he dicho muchas veces, uno de los objetivos de escribir estas piezas es pensar y expresar, así que allá voy.

Para los legos en la materia, y como siempre a riesgo de simplificar, veo dos posiciones más o menos antagónicas en relación a las energías fósiles y su futuro. Por un lado están los que en esta pieza voy a denominar “colapsistas”, y por otro lado los que tildo de “tecno-optimistas”. Los primeros creen que en un momento más o menos cercano en el tiempo el declive de energía disponible, por muchos y variados motivos, provocará un colapso. Los segundos creen que antes de que llegue ese momento se desplegará, como se ha hecho históricamente, una transición más o menos ordenada al uso de energías más o menos renovables.

Soy muy consciente de que resumir no una, sino dos posturas en un párrafo no puede considerarse de otro modo que de reduccionismo y simplificación, pero me sirve por si alguna despistada no sabe de qué va el asunto. Sigamos. Dándole algunas vueltas, y sobretodo a raíz de otro programa donde estaba alguna de las personas del debate que he citado al principio, la verdad es que me hizo ver algo que no es demasiado evidente, y que contradecía lo que hasta ese momento pensaba.

El hecho es que desde el inicio de la COVID 19, por poner una fecha marzo de 2020, se haya parado en seco la economía mundial, con mayor o menor intensidad pero de forma bastante repentina, ha provocado una caída brusca de la demanda de energía. Lo que algunos auguraban, la poca resiliencia de un sistema-mundo extraordinariamente complejo, los fallos en las cadenas de suministros, el desabastecimiento en las ciudades, etc… pues parece que no ha sucedido. Lógicamente se trata de una afirmación muy genérica, seguro que en algunos momentos y lugares ha podido haber tensiones, pero no creo que se pueda afirmar que el capitalismo de repente se ha derrumbado.

Por otro lado se han producido acontecimientos realmente notables, como apostillaría el ínclito Rajoy, como que el precio del petróleo llegue a estar en negativo. Aunque pueda tratarse de una anécdota la tesis que se expresó en el programa que menciono, anterior cronológicamente, es que el confinamiento más o menos generalizado de la población ha hecho que haya una caída brusca del consumo de energía, pero que ha habido suficiente para mantener sin mayor problema la actividad esencial. O dicho de otra forma, en un momento pre-COVID, donde recordemos se batían semana a semana récords de vuelos y otras zarandajas, si se consumían 10 unidades de energía, 9 eran para tontás. O si no eran para tontás, eran para cosas no imprescindibles que han podido ser aparcadas, incluso físicamente, durante meses (7 hasta ahora) sin que se haya levantado la muchedumbre en armas.

Creo que esta tesis es interesante, y sin llegar a excesos como la desmaterialización de la economía o que el fracking iba a proporcional el petróleo que nos faltara cuando escasease el convencional, sí que creo que ha demostrado cierta verosimilitud. De hecho, confieso públicamente que me ha hecho alejarme de momento casi por completo del colapsismo, pero con matices.

Y ahí van mis matices. Que la industrialización (y no solo el capitalismo) está destruyendo el planeta en mi modesta opinión es un hecho. Si el punto al que hemos llegado es de no retorno o no es ciertamente una cuestión banal, hay que tirar p’alante, no queda otra. Lo que hay que hacer es llamar a las cosas por su nombre, y yo reformularía la frase en: ¿cuántos cadáveres van a quedar por el camino? Eso es la forma amarga y cruda de decir que va a haber un colapso, y ahí viene mi primer matiz. No creo que haya un colapso, en el sentido de un mundo Mad Max donde los vehículos acumulen robín tirado en ciudades fantasma por falta de combustible. Lo que digo es que, en el sentido de lanzar por la borda del tren del progreso a una parte cada vez mayor de la población mundial, ya estamos empezando el colapso.

El colapso se notará o no se notará como, desde aproximadamente 1810 con el “gran despegue”, si estás en un barrio o en otro. Si estás en el primer mundo y tienes trabajo, que ya es mucho decir, pues seguramente vivirás más o menos bien, como hasta ahora, y notarás algunos cambios, como el uso más o menos generalizado del coche eléctrico, pero no te tendrás que iluminar con teas ni ir al bosque a cortar leña para encender el aparato de aire acondicionado.

Si por el contrario eres de la mayoría de la población pobre, pues tu vida será más o menos igual que en los últimos dos siglos: pasando hambre, migrando, y con suerte llegando a vieja si no te mata antes una guerra. ¿Qué soy muy exagerado? Bueno, hagan cuentas y estadísticas, ustedes vosotras que les gusta tanto eso de los datos, y verán que la mayor parte del mundo es menesterosa.

No niego que pueda ser probable que las cosas vayan a peor, y que toda la mierda que ya le estamos endosando a los países pobres aumente, y continuemos con las jugarretas que les hacemos de esquilmarles sus recursos para construir nuestra tecnología que nos proporciona comodidad y gustirrinín, mientras les enviamos de vuelta los residuos que generamos. Probablemente en el mix energético las renovables estarán en Europa, Norte América y algún país rico del sur, mientras que en el resto del globo las cosas seguirán como hasta ahora.

Por tanto creo que no, no va a haber colapso, al menos como interpreto que entienden sus partidarios. Ahora bien, el segundo tema si que tiene enjundia, y es el decrecimiento. Aquí sigo siendo correligionario de los pájaros de mal agüero que dicen que viene el lobo, que por ahí no vamos bien. Por el contrario los tecno-optimistas vaticinan que a medida que se vea la soga estrecharse alrededor del cuello del condenado, éste hará por mejorar la tecnología para reducir a su mínima expresión el consumo y por tanto que siga todo como hasta ahora, que no pare la fiesta.

De nuevo otra idea voló y tomé, la definición de economía como la gestión de los recursos (hasta aquí todos de acuerdo) para satisfacer las necesidades de las personas. El agudo tertuliano dijo que esta parte era importante, y estoy de acuerdo, ya que las sociedades complejas demandan cada vez más y más servicios, y éstos cada vez consumen una cantidad mayor de energía. ¿Qué va a pasar? Una cosa es lo que a mi me gustaría, y otra lo que me temo que sucederá. Lo que creo que va a suceder, y lamento no ser deslumbrante con mi vaticinio, es que el rico seguirá siendo más rico, y el pobre cada vez más pobre. En el barrio de los ricos vendrá el chacho-robot y nos lo hará todo, incluso la cena, mientras que en el barrio de los pobres seguirán cocinando con la vieja cocina de carbón.

Lo que creo que debería suceder es parar. Una parada colectiva, y un pensar. No correr, no seguir la carrera, nadie recuerda ya cual era el objetivo, solo hay foco, y a darle al acelerador. La economía, como dije antes, tiene en la actualidad un gran problema, y es que está montada, en la zona capitalista, alrededor de la idea falsa de toda falsedad, de que se puede crecer ilimitadamente. Ya he dicho hasta la saciedad, y no soy el único ni muchos menos el mejor informado, que eso es sencillamente imposible, que el mundo tiene unos límites. Por tanto, ¿habrá una desmaterialización de la economía que rompa esos límites físicos y que provea de más y más servicios a una sociedad cada vez más compleja? Pues no, eso no es posible. Cómo y cuando se le verán las costuras al modelo no me atrevo ni a pronosticarlo, porque el error será de bulto.

Lo que sí creo que sucederá es que habrá un proceso espectacular de optimización en el consumo de energía (a la fuerza ahoga), lo que permitirá que sencillamente tengamos más energía para chuminadas. Como la gente no es tonta, y entiende perfectamente que el comer va antes que el ver Netflix, pues probablemente se llegará a un tope en el nivel del consumo, y lentamente, campañas masivas de lavado de cerebro mediante, se irá vendiendo lo guay que es ir a pie y no en patinete, y reusar en lugar de estrenar.

Y el otro deus ex machina será, como no, la deuda. Si gana Biden y se lleva a cabo el Green New Deal la inversión para acelerar la transición energética va a ser mareante. Pero no olviden que la gallina nace del huevo, y que el supuesto (yo así lo creo) aumento de productividad vendrá después de la inversión, y ¿adivinan quienes van a pagar la fiesta? Acertaron, los que todavía no han nacido.