Discurso

Si hay algo en la piel de toro como el turrón o las uvas en Nochevieja es el discurso del rey. Y recalco lo del rey, y no del jefe del Estado, porque me da la sensación de que si no fuera rey ni tendría esa repercusión mediática, ni ese boato, ni recibiría esas críticas laceradas. Total, que para una vez al año que trabaja y todo el mundo le critica.

Me pasa con el discurso lo que me pasaba desde bien pequeñito, doy fe, y es que no entendía nada. No entendía que hacía un señor hablándole a la cámara con rictus serio, como si alguien le hubiera metido el palo de la escoba por el culo, con un atrezzo de lo más kitsch, un lenguaje decimonónico y hablando de naderías durante un buen rato. Si no decía nada, o no puede decir nada, eso lo discutimos enseguida, ¿para qué hablar?

Más tarde, yo más talludito y politizado, como se dice ahora, siempre me sorprendió que las personas, normalmente nacidas durante la dictadura y adalides activa o pasivamente del régimen del ‘78, mandaran a callar y se sentaran delante de la tele para dejar lo que estuvieran haciendo y poner los cinco sentidos en ver al rey. Cómo me hubiera gustado, guasón que soy por naturaleza, ser el realizador de RTVE y poner la grabación del discurso del año anterior. Seguro que más de una ni se daba cuenta.

Y dentro de este particular género de los discursos reales está cobrando fuerza últimamente el “a ver qué dice”. A ver qué dice del golfo de su padre, Juan Carlos. No se si llamarle rey emérito, ex-rey, Borbón o fratricida, pero ya saben ustedes a quién me refiero. Y ojo que el actual rey, a su vez, ya heredó ese papelón de su padre, que tuvo que “decir algo” sobre el caso Nóos y el chorizo de su yerno. Claro, que igual sin el capote de altos funcionarios de la Agencia Tributaria igual a su hija también le metían mano. Y hay que decir que esos eran otros tiempos, en los que todavía la prensa patria seguía amordazada, y continuaba la leyenda rosa de Juancar. Se dice pronto que a lo tonto llevamos casi una década en la que el rey de turno tiene que saltar al ruedo a decir algo sobre el algún episodio delictivo, digamos las cosas por su nombre, que se haya producido en el ejercicio en curso que toca a su fin y que afecta de lleno a su familia. Porque digámoslo también bien claro, no se si es la institución (monarquía), pero lo que es seguro es que esa familia, y no es de ahora, tiene un largo historial de conductas que van desde lo reprobable a lo delictivo.

Me he tenido que chupar el discurso de este año y de verdad que no salgo de mi asombro. Por la mama que hago el esfuerzo de empatizar, de ponerme en la piel de alguna de las personas que seguro que cuentan por millones y que están cómodos en el régimen del 78 y hasta sienten orgullo de sus símbolos, uno de los cuales es la monarquía, que gracias a Paquito el chocolatero, está de nuevo en las cabezas de los borbones. Insisto en ello, que por mucho que haya un Estado de derecho que emana de una constitución aprobada en 1978, es un sanguinario dictador el que dejó “atado y bien atado” que su dictador iba a ser Juancar. No es una dinastía de siglos y siglos, que también, sino una decisión que tirando largo tiene medio siglo, y que nadie votó, la decidió un dictador sanguinario.

Bueno, que me voy por los cerros de Úbeda. Lo digo sin atisbo de ironía, me siento delante del televisor e intento ser una persona de bien, de orden. Y lo que veo, lo siento, pero es algo lunático. Una persona que, pobrecito mío, no tiene la presencia y el carisma que sin duda su padre tenía, y que entre gallo y gallo va desgranando una letanía de sufrimiento y padecimiento de sus súbditos, le faltó decir, mientras está cómodamente sentado en una silla que valdrá lo que todo lo que contiene mi casa junta, y calentito por una chimenea en un casoplón que por supuesto él no paga. Venga a darle a la matraca de la COVID. de los esfuerzos y sacrificios que hemos hecho las españolas, a la unidad patria que en toda esa doctrina subyace. Un mundo irreal.

Seamos claros: hay por lo menos dos españas, como hay dos alemanias y dos cualquier estado, país o pueblo que se precie: la de las poderosas y las del resto. Amigo rey, no tienes ni puñetera idea de lo que es la vida de verdad (iba a emplear el término “real”, pero de esa sabe más que nosotras), porque has nacido y vives en una burbuja de bienestar de las que las demás solo nos podemos hacer una idea viendo la portada del “Hola”. Y quiero señalar un par de anécdotas, llámenme malpensada. La primera es la reciente infección del monarca, hará unas semanas, de COVID. ¿En qué circunstancias se produjo? Si fue durante su vida privada, ¿hay indicios de que no siguió no ya las recomendaciones, sino que se pudo saltar a la torera restricciones tales como toque de queda o límite de personas en una reunión? La otra anécdota fue el papelón del ministro de sanidad, Illa, al confesar preguntado creo que por Burke en un podcast que por casualidad escuché, si se iba a casa por navidad. Y coge el tío, ni corto ni perezoso, y confiesa que si. Vamos a ver, ¿usted no vive en Madrid? Por mucho que quiera a sus hijos, no son personas convivientes, ya que por el cargo que okupa por narices pasa más tiempo en la capital del reino que en casa, en contacto con personas de toda calaña. Pues ahí lo tiene, que no se mueva usted de casa y no vaya a cenar con su madre, que ya voy yo a mi casita a riesgo de llevar conmigo virus pegados.

Ese mobiliario, sacado no se si del rastro o del rodaje de “El príncipe de Zamunda”, ese cambio de plano, que parece que le tiren de un hilo de nailon que tiene enrollado en la oreja izquierda, para que su cabeza gire 15 grados y el cuerpo permanezca igual. Esa foto que se ve… pero no se ve, y que son los avezados chupatintas los encargados de decirnos a qué se correspondía. Parece que la de este año era un homenaje de víctimas no recuerdo de qué atentado a la que acudieron. Ese raca raca con que “lo siento mucho, estoy con vosotros”, mientras cuando termina la grabación se enciende un puro habano, menea el copazo de coñac y le da un tiento al caviar que había dejado a medias. Pero ¿a quién pretende engañar? Es decir, que puede estar puesto ahí, y lo puede decir las sacrosantas leyes que se quiera, puede ser legítimo, pero de verdad, no lo intentes, no intentes hacerte pasar por una de nosotras. ¿No te has visto al espejo? Nadie habla así, de manera tan forzada. Se te ve incómodo, pidiendo la hora y que esto acabe ya, hasta el siguiente sufrimiento en las navidades futuras, como en el cuento de Dickens. Qué le vamos a hacer, como dije no tienes el carisma de tu padre, y eso no se enseña en ninguna academia militar.

Haciendo de abogado del diablo creo que habría que darle una vuelta a todo plegado, ya que si lo que se pretende es modernizar la institución y hacerla más cercana, cada navidad se da un “pasito pa tras”, como decía la canción. No soy ni monárquica ni constitucionalista, y no tengo ni puñetera idea de si el rey no puede decir más o debía haber nombrado con nombre y apellidos a Juancar. Mi opinión es que lo que dijo es lo máximo que puede decir, dadas las circunstancias actuales, donde no nos engañemos, la monarquía vive probablemente sus momentos más bajos, y no tiene un gran futuro por delante que digamos. Peo es que también las tensiones bestiales territoriales, que históricamente han sido lo que han desgarrado esta construcción política llamada España, están ahí, “y lo sabes” (me falta incrustar aquí un meme de Julio). Más vale que no hable, que como hable sube el pan.

Y luego esa leyenda que yo por lo menos no se si es cierta o no, pero que este año he escuchado en la emisora de los Polanco, según la cual el gobierno visiona el discurso antes de ser emitido. De ser cierto, ¿a quién debe ser atribuida pues su autoría? ¿Es realmente la jefatura del Estado una institución independiente o depende del ejecutivo? De ser lo segundo, ¿para qué sirve entonces? De ser lo primero, ¿entonces por qué no puede hablar demasiado, y cuando lo hace, tiene que pedir permiso al gobierno de turno? No se, muchas preguntas y me temo que las respuestas no son ni serán nunca demasiado claras. Yo sospecho, y me coloco de nuevo la toga con hedor, también, a azufre, que algo menos de todo esto pasaría si se le pudiera votar, es decir, que fuera un político y no un rey el jefe del Estado. O que si pudiera ser un rey, siempre y cuando se presentase a unos comicios.

Supongo que en ese caso podría abrir un poco la mano, porque para empezar se presentaría por unas siglas y no engañaría a nadie, se le presumiría una tendencia política. La de ahora ya la sabemos, pero no la puede expresar públicamente, excepto en el infausto discurso anti-independentista, por decirlo de una forma lo más suave y aséptica que se ocurre. Probablemente el formato cambiaría, y sería algo habitual que pudiera hacer ruedas de prensa y expresar su opinión, política, sobre lo que venga en gana. Y si tuviera que hablar en Navidad pues lo haría desde un despacho, en un edificio civil, no desde un castillo mesando al perro que yace a sus pies, tumbado sobre una piel de oso cazado.

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