Camioneros

Hacía algunas semanas que no escribía y la verdad que lo echaba de menos. Este proyecto nació en plena pandemia como un ejercicio personal de hacer algo que me gustara, sin pretensión alguna de obtener un reconocimiento por parte de terceras que probablemente no merece, aunque como se ha citado en alguna ocasión a medida que crecía he tenido tentaciones de “salir del armario” e intentar que otras personas conozcan estas piezas, ya veremos si algún día tal cosa sucede. Hoy se da el momento propicio, día lluvioso, mañanitas del Rey David, y algo de tranquilidad y silencio.

Ya tengo que empezar a mirar el índice porque si, amigas y amigos, soy de la vieja escuela y primero escribo en un documento, eso si, en ordeñador, y luego copio y pego a la bitácora. Y hoy quería hablar de colapso, pero me doy cuenta de que ese fue el título de una pieza reciente, y seguro que el contenido de muchas otras, por lo que haré un poco de trampa intelectual y le cambiaré el título, así mato dos pájaros de un tiro.

Aunque ahora mismo ya no abre telediarios (qué expresión tan viejuna) es cierto que se nos quiso vender como una hecatombe producida por el Brexit el hecho de que las hijas de la Gran Bretaña no tuvieran camioneros. Se aducía a complicaciones burrocráticas, al sinsentido de “separarnos” en lugar de “unirnos” (vaya cosa pueril), a que si les pagaban poco, etc.

Como acostumbro a hacer no he profundizado demasiado en el tema, pero eso no me impide opinar, como haría una tertuliana de la Secta. No entro en el fondo de la cuestión, si faltan o no camioneros, porque sinceramente me chirría que de la noche a la mañana emerja, cual hongo otoñal, semejante problema. Soy más del parecer que se pone el foco en este hecho, que no dudo que haya ocurrido o que esté ocurriendo, para no hablar del problema de fondo: desabastecimiento.

Y este desabastecimiento igual se ha producido primero en la Pérfida Albión, no lo dudo, pero oh sorpresa, se está extendiendo a otras partes del planeta, algunas de las cuales siguen en la sacrosanta Unión Europea.

“Seat anuncia un nuevo ERTE hasta junio de 2022 por la falta de semiconductores”, intitula la prensa de los Polanco. Lo curioso es que lo hace justo debajo de (¿la sección?) “crisis económica”.

¿No se fían ustedes de la caspa de El País? Probemos con otro:

“Nos preguntáis por un supuesto “gran apagón” eléctrico en Europa del que alerta Austria”, de los neutrales Newtral, no pa ti pa mi. La que se puede montar por un vídeo1, que además es del ejército… No preocuparse, que esto es cosa de los centroeuropeos, que son muy prevenidos.

Sin caer en eso que denunció el otro día Xavier Sardà, experto en todo y con un excelso conocimiento científico, que se rasgaba las vestiduras porque en su opinión era “indecente” no me acuerdo el apellido el afirmar que el volcán escupe lava porque la tierra se revuelve ante el daño que le estamos haciendo. No voy a decir que tal cosa tenga sentido, pero siento recordar que los que creen en algún tipo de Dios o forma sobrenatural son más que los que afirmamos que nunca tal cosa ha existido.

Escuchando al gran contertulio de Economía Directa Jordi Llàtzer uno se convence de que lo que estaba ocurriendo era que la demanda se estaba recuperando a un ritmo que la oferta no podía satisfacer. En caso de ser cierta esa hipótesis, ¿es acaso eso incompatible con tesis colapsistas?

Sin ser un experto en la materia de las definiciones que he escuchado de “colapso” la que más me gusta es la de una pérdida súbita de complejidad. En un mundo donde hace la friolera de medio siglo, que se dice pronto, todo el dinero mundial es completamente fiduciario, la demanda, a priori, no tendría que ser un problema. Siempre que haya un atisbo de credibilidad entre las partes, que reconozco que en un mundo globalizado son muchas, darle a la manivela de imprimir billetes no debe ser un problema.

Incluso si lo que se demanda son servicios (la palabra “producto” en este contexto me chirría un poco) digitales tampoco le veo demasiado problema. Los usuarios de Netflix durante la pandemia se duplicaron y la empresa no tuvo demasiado problema para absorber la demanda.

Si fuese cierto todo lo que los abogados de la “desmaterialización de la economía” dicen no habría problema:

a) Se imprimen billetes (lo de imprimir lo digo con cierta sorna, ni siquiera es necesario imprimir nada).

b) Con esos billetes se paga lo único que demandan las consumidoras, servicios “desmaterializados”, es decir, digitales.

La realidad, como siempre, pone a cada una en su sitio, y esta visión topa con dos obstáculos:

a) Aunque es cierto que los servicios digitales son elásticos, en el sentido que para satisfacer la demanda de 20 millones de clientes de un cierto proveedor no se requiere exactamente el doble de energía que para servir a 10 millones de clientes, no es menos cierto que los servicios digitales sí consumen recursos físicos.

b) Y esto lo señalo otro ínclito contertulio de Economía Directa, las personas tenemos todavía la santa manía de comer, calentarnos o enfriarnos, vestirnos, asearnos, etc., lo que es intensivo en uso de un recursos finito, materias primas.

Es decir, que la economía ciertamente se ha desmaterializado, en el sentido de que cada vez producimos y consumimos más servicios 100% digitales… pero no lo ha hecho del todo, todavía es una miaja “material”.

¿Por qué entonces se empeñan los Mas Mierda en dar ese tipo de mensajes que, estoy completamente segura, saben que sencillamente no son ciertos? ¿Por qué no dicen las cosas claras y el chocolate espeso?: señoras, faltan materiales, igual habría que ir levantando un poco el pie del acelerador….

Llegados a este punto, y a riesgo de ser un poco bisoña, voy a pensar que la caída de la urdimbre mental sería demasiado grande como para poder soportarla. Es decir, es tal el cúmulo de patrañas que se nos intentan colar a diario, y que además no se corresponden con nuestra experiencia diaria, que admitir que la cosa no da para más, que igual hay que replantearse ciertos hábitos, es sencillamente imposible de digerir.

Recientemente he terminado el libro Debt, de David Graeber. Si me tengo que quedar con una idea del libro, que contiene muchas y muy buenas, es con la que el propio autor, en su epílogo, recalca: la evidencia científica, expuesta en el libro y que está soportada por otras referencias, de que el mito (fundacional) del intercambio, del trueque, que expone uno de los padres del liberalismo, Adam Smith, en su libro The wealth of nations, es sencillamente falso.

Hasta aquí ningún problema, es un libro escrito hace la friolera de dos siglos y medio, no creo que se le pueda achacar ignorar el conocimiento antropológico, arqueológico e histórico que se ha cultivado posteriormente. Lo grave es que, como señala Graeber, a día de hoy, en pleno siglo XXI y con el mismo conocimiento científico al que ha podido acceder David Graeber, en los manuales y en las facultades de economía se sigue repitiendo la misma patraña de que antes las personas intercambiaban bienes hasta que apareció una forma más eficiente de hacerlo, a través de mercados y de especialización.

Y ¿qué tiene que ver esto con aquello? Pues que si hay buena fe, que la pongo en duda, tomará tiempo digerir la bola de, por ser suaves, no-verdades en las que se sustenta todo un discurso, y que la realidad está empezando a mostrar sus costuras. De aquí a remedar el hierro pues hay un camino. Las que podamos tener algo de tiempo para leer y escribir, hagámoslo. Está claro que no tenemos las tribunas que tienen las otras. Pero no traguemos con esas ideas que no se sostienen de crecimiento infinito, de tipos de interés al 5% anual que obliga a duplicar la producción mundial en una generación, o que el cambio climático es todavía reversible.

La buena noticia es que las que tienen que estar preocupadas son las que viajan en jet privado y tienen varias piscinas y campos de golf. Por favor que no nos cuelen tampoco esa patraña, de enfrentar a pobres contra pobres. La disyuntiva no es que una trabajadora europea no puede tener y encender un aire acondicionado en agosto, la disyuntiva es entre viajar a la luna por placer o comer. Le quitamos el cohete y los activos financieros al rico y los repartimos entre los pobres.

Viejas ideas para problemas nuevos.

1https://www.youtube.com/watch?v=mHWcOQ_7Y-U