Carne

Qué rica está la carne y qué cortarollos son estos comunistas. Pues no va el ministro Garzón y dice que hay que comer menos carne. ¿O dijo que a partir de mañana está prohibido comer carne? La verdad es que ya no me acuerdo, seguramente Fedejico informo puntualmente de que proponía una suerte de perenne cuarentena, salvada cual atleta bronceado saltando blanquísimas vallas si se paga el precio del chuletón de carne.

Impagable el chascarrillo de Perico Sánchez, diciendo lo del chuletón. Se quedó solo, mirando en derrededor, buscando complicidades. Pero no, no es el Bobón, ese sí que tenía carisma. Se quedó solo, como el que cuenta un chiste que nadie ríe.

Y como dice la caverna son “ocurrencias”, “ahora no toca”, algo tiene que decir un titular de uno de los 21 ministerios para poder salir en la tele. Desgranemos todos y cada uno de estos argumentos uno a uno.

¿Cuando es el momento? Siempre que hay que iniciar una transición habrá perdedoras y ganadoras, y es lógico, y reconozco que hasta lícito, que las candidatas a pringar se resistan como gato panza arriba. Es que da empleo a 100.000 personas. ¿Y? Es que se exporta a no se cuantos países. ¿Y? ¿Alguien ha dicho, excepto quizá Fedejico, que esto vaya a ser un día para otro? Pues poquito a poquito que las personas que se dedican al engorde, mate, descuartizado, procesado, envasado, transporte y comercialización de los cadáveres (de pollo, como decía creo que Miguelito en una tira de Mafalda) vayan buscando otras okupaciones. No lo digo con sorna. Si se planifica (¡anatema para el liberalismo!) pues la cosa es menos traumática. Si no se hace nada… pues hasta que explote. Vaya, en ambos casos me vienen a la cabeza sendas canciones de la tristemente desaparecida Rafaella Carrà.

Lo de los 21 ministerios, completamente de acuerdo, aunque admito que sería necesario pasarle el encargo al Ministerio de la Verdad, tipo Newtral, para ver si es realmente cierto. Cuando hay un gobierno de coalición parece que se multiplican los asientos, como el milagro de los panes y de los peces. Lo que sucede es que lamentablemente no crece también mágicamente el presupuesto patrio, o de la administración que sea, por lo que toca repartir el pastel en menos trozos. ¿Cual es el presupuesto del todopoderoso Ministerio de Consumo? 41 millones de euros1. Puede parecer mucho, pero es menos que el del transparentísimo Tribunal de Cuentas.

Otra de las críticas, que también comparto, es el de la ignorancia de la urbanita respecto a la agreste, y de esa manía, causada de forma inexorable porque los centros de poder están en las ciudades, de ordenar desde la urbe lo que debe hacer el campo.

Yo he tenido la suerte de tener contacto con el campo. Por supuesto de vacaciones, pero si sumamos todos los meses que pasé no es una cantidad de tiempo menor. No quiere decir ni mucho menos que sepa al dedillo lo que allí se cuece, ya que el campo es diverso, y han pasado algunos años desde que no piso por allí. Pero en lo esencial no ha cambiado demasiado respecto al subsector agrario al que afectan las palabras del ministro comunista, la ganadería. Y esos conceptos son por un lado la agroindustria, que aunque no lo parezca es una actividad altamente contaminante, y las subvenciones, esto es de mi propia cosecha.

No pretendo aquí venir con un libro de soluciones para problemas que me son ajenos, como habitante de una gran urbe que soy, pero si señalo que hay una gran distancia entre ciudad y campo, que produce este tipo de desencuentros from time to time.

Pero ahora el finísimo análisis que no he visto por ninguna parte, ese que solo las viejas zorras del periodismo, como este vetusto ministro, atesoran. ¿Por qué dijo el ministro comunista amor si en realidad lo que quiso decir fue sexo? ¿Por qué diablos no fue a la raíz del problema, y solo lo insinuó? Dejaremos para un poco más adelante cual es la raíz del problema, para centrarnos ahora en la fundamentación del discurso.

Era muy frecuente en los ochenta, en barrios de la periferia de escaso nivel sociocultural, realizar afirmaciones acodada en la barra del bar, pisando una moqueta de palillos, huesos de aceituna y servilletas de papel que no limpiaban, para posteriormente apostillar “lo han dicho en la tele”. Si lo decían en la tele no podía ser falso. Mariñas y compañía no mentían.

Más tarde mi madre, cuando me informa de cualquier desgracia, dice “lo han dicho en Ana Rosa”. Lo mismo, Ana Rosa puede que plagie, pero mentir no miente.

Y ahora el comunismo y otras hierbas que pisen moqueta deben abjurar de sus convicciones, de Marx y sus muchachos, para profesar el credo neoliberal. Es como ese portero de discoteca que no te deja entrar con mocasines de borlas y calcetín blanco. Si están dentro, del ministerio, se entiende, y no fuera sosteniendo una pancarta a voz en grito es porque ya no pueden blandir esos santos laicos de antaño. Y como son personas leídas y escribidas apostillan “lo dice la Unión Europea”.

Abro digresión. La más elemental teoría de la comunicación distingue entre mensaje y emisor. A priori parece que una persona con eso que se llama “espíritu crítico” debería poner el foco en el mensaje, y no pas en el emisor. Por tanto que lo diga la Unión Europea tiene el mismo valor que si lo dice mi primo lejano José, que en paz descanse. Dependerá de qué es lo que dice para ver si aquello tiene o no sentido.

Esta argumentación, que yo subrayo, en mi caso particular tiene un matiz, que casi invierte el procedimiento. El orden que este humilde ministro sigue es: primero quiero saber quién es el emisor, muchas veces emisario, de lo que se dice. No para descartar inmediatamente, en función de quién se trate, el mensaje sin siquiera examinarlo, sino para detectar posibles intereses espurios. Esto es importante porque el simple hecho de generar determinados contenidos (informes, estudios, recomendaciones, etc.) ya tiene un sesgo. Luego ya veremos si accedo o no al contenido.

Volviendo otra vez a la perorata que lo diga la Unión Europea, que lo diga la OCDE o que lo diga Bob Esponja me importa un carajo. Lo que sucede es que queda muy bien en boca de la izquierda que está dentro del sistema, sea en un ministerio o en un plató de La Secta, el decir “…nada sospechoso de” al citar una fuente de un organismo del establishment. Es un poco como decir tranquilos, que no es nada subversivo ni revolucionario.

Y entendiendo perfectamente la jugada, ya que determinados mensajes son muy difíciles de emitir desde dentro del poder, siempre señalo lo mismo: al final, ¿para qué? ¿Para qué ponerte corbata y citar a la Unión Europea si igualmente van a pedir tu dimisión? ¿Para que jugar, como dijo un conocido, al juego del rival, con las reglas del rival y con la pelota del rival? Derrota segura. Di la verdad, pelea, aun a riesgo de perder la poltrona. Por lo menos no provocarás entre los que te han votado, o entre los que simpatizan contigo, eso tan malo maloso de la desafección. Si igualmente digas lo que digas te van a descalificar porque eres un comunista peligroso, pues por lo menos di las cosas que realmente piensas, las de rojo peligroso.

Y ya que hablamos del campo, vayamos a la raíz (qué bien traído, ¿eh?). La raíz del problema, oh sorpresa, es la sociedad industrial en la que vivimos. Ya dije en alguna ocasión que compro más este término, porque coincido en que la raíz del problema no es solo el capitalismo, sino una sociedad que produce (y demanda, hipnotizada o no por la publicidad) una cantidad ingente de productos (muchos de los cuales se tienen que desechar rápidamente) y servicios a un ritmo que el planeta no soporta. Es importante insistir en ello, porque pese a que hay diferencias notables entre una economía de mercado y otra planificada, en la actualidad ambas se mezclan, y tienen la misma visión de la pacha mama: una enorme caja de la extraer cosas para solaz del personal.

La carne es antes un ser vivo, fundamentalmente porcino o vacuno, que consume hierba a punta pala y que se eructos (no tanto pedos), agárrense los machos, responsables de ni más ni menos que entre el 5% y el 10% del calentamiento global. El motivo es que los gases que exhalan son fundamentalmente metano, un gas de efecto invernadero.

Y los pastos que comen pues ocupan tierras que a su vez consumen agua. Otro de los problemas que generan, sobretodo la industria porcina, es el de los purines, que contaminan acuíferos.

Como todo en la vida esto sería un problema relativo si no hubiera la cantidad de porcino, ovino y bobino (incluso en menor cantidad, pero mucho más perniciosos, rabinos) que okupan la faz de la tierra. Pero no como una plaga de langostas, no, sino para ser devoradas por ávidas personitas.

Y por supuesto se puede ver esto en clave de lucha entre países ricos, aspirantes a ricos y pobres, exactamente igual que con la contaminación. Fundamentalmente, y a riesgo de ser excesivamente reduccionista, los países ricos han destrozado el planeta tierra a troche y moche. Su riqueza, fruto de la explotación al alimón de la pacha mama y de países pobres, les ha dado para tener la barriga llena y pensar. Y pensando pensando han llegado a la conclusión que no se puede quemar carbón, que hay que cambiar el petroleo por energías renovables y que hay que comer menos carne.

Esto sería el equivalente a que un sábado noche la plebe se ducha y se asea, tras una jornada de 12 horas, para ir al baile le dice el de la puerta que lo sentimos, pero que ya está cerrado.

¿Ahora que quiero comer carne, cansado ya de tanto arroz, me vas a decir que ya no puedo? ¿Y tu, es que no te has hartado de carne roja? Pues hombre, o mujer, igual tienen algo de razón…

Pero afortunadamente nada de eso dijo el ministro comunista, serían demasiados enemigos a la vez. Bastante tenemos ya con lo de Marruecos.

En fin, volvamos a la dieta mediterránea, comamos por supuesto menos carne, algo más de pescado, probablemente va a tener que ser de piscifactoría, y hagamos transiciones suaves, que nadie se sienta amenazado.

Que las personas que se ganan la vida con la ganadería puedan seguir haciéndolo, probablemente con algunos cambios por medio. Que algunos otros probablemente tendrán que buscar otra okupación. Que el red neck o el gaucho no desayune entresijos, para que así el chino o el vietnamita pueda comer, si le apetece, la carne que le plazca.

Si al final no es tan complicado.

1https://www.sepg.pap.hacienda.gob.es/sitios/sepg/es-ES/Presupuestos/PGE/ProyectoPGE2021/Documents/LIBROAMARILLO2021.pdf , p.80