Hoy he vuelto a coger la pluma (más bien el portátil) para rescatar algo sobre lo que tenía ganas de escribir y me sucedió ya hace algunos días.
No recuerdo exactamente, pero creo que tuvo que ser antes de las vacaciones en la montaña, sobre lo que en otro momento hablaré, escuché uno de mis programas de cabecera, Barrio Canino1. Siguiendo su acertadísima fórmula de mezclar narración y música pusieron una canción de Nacho Vegas2.
Creo que ha sido la primera vez en mi vida que escucho por primera vez una canción y me emociono. Seré yo que no tengo la suficiente sensibilidad o vaya usted a saber, pero con esta canción me pasó. La crónica que narra, desgarrador, al ritmo pesado de una apisonadora, con instrumentación que me suena noventera, atmosférica que se decía entonces, me cautivó.
Luego claro, me puse a investigar un poco sobre quién es Nacho Vegas y claro, es uno de esos artistas que desconozco, porque yo de la música me quité hace muchos años, y que seguro que iré degustando poquito a poco.
Bueno, pues esto del sentimiento me sirve un poco para hablar del artista y del reconocimiento. Resulta que mi primo A tiene o tuvo un podcast sobre sus aventuras y desventuras en el mundo de la música que también escuchaba con mucho interés. Pues una de las ideas que de tanto en tanto surgía era por un lado que la música, como otras manifestaciones artísticas tales como el cine, deben emocionar.
Pero otra idea que planeaba sobre el podcast de tanto en tanto y que yo conecto con la anterior es la del reconocimiento. Mi primo decía que de los músicos viven del reconocimiento, ya que puede ser uno genial pero de nada sirve si no tiene un público al que probablemente su trabajo le transmite algo, le emociona, y como consecuencia se lo reconoce. Tema complicado este, pero supongo que si él ha llegado a esa conclusión su parte de razón tendrá.
Y ahora yo me lo llevo al terreno personal. ¿Por qué estoy escribiendo? ¿Por placer? ¿Porque estoy deseoso de acabar lo que esté escribiendo para ir corriendo a mostrarlo al mundo y esperar ansioso cual va a ser la reacción? Algunas vueltas le he dado estos últimos días, y he decidido que la palabra clave va a ser libertad. Libertad en el formato, libertad en la periodicidad, en el contenido y ya veremos si esto va a ver la luz algún día. Probablemente si, porque ya que está escrito, pues por poco más se difunde si a alguien emociona y le gusta, pues misión cumplida.
La libertad me va a permitir (eso espero) sacudirme de encima un montón de frenos, supongo que en su inmensa mayoría invisibles, para no hacerlo. El exceso de perfeccionismo, el hacerlo solo o en compañía, el escribir o hacer un nuevo programa de radio…. Pues he decidido que a darle a la tecla cuando se pueda y au, que diría un valenciano.
Y el otro vector de esta que espero sea una nueva etapa en mi vida (¡nada menos!) tiene que ver con el placer. Hacer los cosas por el placer de hacerlas. Es algo con lo que me he dado cuenta que he disfrutado mucho estos días de vacaciones, y que me conecta con ese yo de hace ya muchos años que era feliz. Pues eso, que espero que el simple placer de escribir sea un proceso de alimentación positiva que sea un fin en si mismo.
Y bueno, pese a que antes hablé de libertad en el formato iré cuidando más día a día aspectos importantes, como el estilo y el formato, así que intentaré ya iniciar lo que puede ser el cierre de esta pieza (si más adelante se me ocurre un nombre mejor lo usaré). Para ello me viene a la cabeza una película de un actor que me gusta mucho, Javier Gutiérrez. La película se llama “El autor”, y discúlpenme de nuevo si se trata de mi ignorancia, pero me da la sensación que no ha tenido la repercusión que merece. Se trata de una historia sencilla sobre una persona que tiene por un lado un empleo pero por otro lado una pasión, que es la escritura. Pues así me veo yo un poco, veremos a ver cual de las dos tendencias gana.
1https://www.agorasolradio.org/podcast/barriocanino/vol-266-las-vidas-perras-importan-historias-de-racismo-en-espana/
2https://www.youtube.com/watch?v=bj3fzDmDMxA