Ganadores

Aunque el título de la pieza de hoy sea “ganadores”, la anécdota a partir de la cual rescato este tema sobre el que quería hablar ya hace días tiene que ver con mujeres. Y mantengo el masculino porque es lo más frecuente (no me gusta hablar de “normal”), que sean los hombres los que reafirmen su necesidad de mostrarle al resto de la manada que son unos grandes, unos ganadores.

Pues bien, este siervo de ustedes ayer fue de conferenciante al salón Biz Barcelona, y como no está acostumbrado a que le inviten pues planchó su mejor camisa y allá que fue con varias horas de antelación al recinto ferial. Una vez identificada la sala donde íbamos a perorar en la mesa redonda, y como me sobraba tiempo, decidí hacer una incursión en otra sala, a ver qué se cocía.

La charla iba sobre mujeres emprendedoras, y cada una contó su caso y qué le había motivado a emprender. Llamó la atención sobremanera la intervención de dos de las tres mujeres que allí estaban, por lo a mi juicio excesivamente optimista de sus vaticinios, que paso a desgranar. Una de las personas dijo que emprendió tarde, con más de cuarenta años, hasta aquí todo correcto. Lo que me llamó la atención es su afirmación de que estaba en una multinacional, “de las más grandes del sector en España”, apostilló, para luego decir que ella podía haberse jubilado en esa empresa, pero que el cuerpo le pedía otra cosa. A riesgo de hablar sin saber yo le diría a esa persona, ¿tu estás segura de que te ibas a jubilar en una transnacional o igual te daban una patada en el culo en un ERE y si te he visto no me acuerdo? Repito: no estemos tan seguros de que vamos a cortarnos la coleta en una empresa, máxime si es de dimensiones considerables, pues viene un directivo, o peor aún, una empresa externa contratada para podar gastos, a la que solo le interesa tu edad y tu sueldo, y te mete en el paquetito de los que van a la rue.

Pero la segunda persona si cabe vio el envite, y subió dos. Era algo más joven y por supuesto estaba trabajando en una súper empresa, bla bla bla, y “estaba promocionando muy rápido”, y “ya se imaginaba el futuro que le esperaba y dónde iba a estar en unos años”. De nuevo la misma reflexión: ¿muchacha, tu estás segura? ¿Estás segura de que no te van a poner de patitas en la calle cuando no intereses?

La conclusión a la que llego es que tanto la puesta en escena como el discurso, e igual al decir esto soy el más machista de todos, me desprende un tufillo masculino. Es lo que sucede con las despedidas de solteras. Lo siento pero cuando veo mujeres con diademas de penes estoy viendo a una parte de la población (no me gusta hablar de géneros) copiando lo peor de la otra.

Discrepo a distancia y a toro pasado con las dos contertulias: yo no doy por hecho que nadie, absolutamente nadie, se vaya a jubilar en una empresa privada en la que actualmente trabaja. Y esa probabilidad desciende dramáticamente si se trata de una transacional. Por muy buenas profesionales que sean y por muy bien que hagan su trabajo. Esto además coyuntural y estructuralmente va a peor. Nadie sabe nada, y empleos en la empresa privada como el de mi padre de toda la vida sencillamente ya no existen, o son una rareza, y mejor si nos quitamos eso de la cabeza y vemos si podemos ir construyendo nosotros de forma cooperativa dichos niditos laborales.

Entiendo perfectamente que en las ferias, bodas y congresos, se hable de lo bueno, de los “casos de éxito”, de los cuentos de hadas donde las personas dejan un pedazo de trabajo (a veces me dan ganas de ir corriendo e implorarles si me pueden recomendar para ocuparlo) para luchar por un sueño, y que además les ha salido bien, y que ahora son más felices que unas perdices. No hace falta ser muy espabilado para entender que eso no siempre es así, probablemente las más de las veces se fracasa en el intento, y no hay por ello, otro error muy hispano, que hacer escarnio de esas personas que lo pusieron todo pero sencillamente no lo consiguieron.

Abro brevísima digresión acerca del concepto de “caso de éxito”. Si siempre se ha dicho, y eso es cierto, que de lo que más se aprende es de los fracasos, ¿por qué nos empeñamos en ferias, escuelas de negocios y demás en hablar de casos de éxito? Una de las ideas locas que tengo en mente, igual alguna vez se convierte en realidad, es en crear una plataforma donde se documenten casos de fracaso. Tiene una limitación clara, que es que a nadie le gusta aparecer como perdedor, “luser”, con u, y que no está bonito encima señalar a terceras personas como perdedores o como causantes del fracaso. Todo esto es salvable si se anonimiza la información sensible. Si las historias que se recogen son ciertas, ¿qué importa saber el nombre de sus protagonistas? Honestamente creo que el material recopilado sería de gran interés para empresarios y escuelas de negocios.

Vuelvo pues al tema: ganadores. La quintaesencia de esta ideología de ganadores es como no el gran portal, Linkedin. Admito que acudo al mismo en busca de clientes, de oportunidades comerciales y de qué se yo que nunca se produce, pero allí estamos todos. Es grotesco ver como, y esto diría que no es mi subconsciente traicionándome, personas casi se echan la culpa a si mismos de haber sido despedidos, o “made redundant” (poca broma con el concepto), que se dice en inglés.

Supongo que como red social que es no hay diferencia alguna al comportamiento exhibicionista y triunfal, falso, de Facebook, Instagram, etc. Lo que es en Facebook un selfi rodeado de buenorros y buenorras, es en Linkedin una publicación diciendo que te has sacado un título de manipulador de alimentos.

Una persona experta en comunicación me diría, con los ojos entrecerrados, con puño cerrado, “es que tienes que comunicar, tienes que llegar a tu cliente” etcétera etcétera. No digo que no, en la vida hay que alegrarse de las cosas buenas, y compartir los buenos momentos, cuando las cosas salen bien. Pero es que no es solo eso. Son los discursos neoliberales y absurdos que se transmiten. Yo reconozco que me tengo que morder el labio para no contestar a algunas publicaciones. Hubo una vez que lo hice, cuando se publicaba un puesto de trabajo para una persona algo así como “semi senior”, y no exagero. Lo que se quería decir es que fuera buena, bueno, igual no tan buena, porque te vamos a pagar la mitad.

Otro escenario de vergüenza ajena es el teatrillo al alimón de dos empresas, una suele ser el cliente y la otra el proveedor, que exponen a la atenta audiencia su “caso de éxito”. Fue especialmente grotesca la escena que este ministro sin cartera pudo presenciar de esas dos personas, en sendos taburetes, con pinganillo de esos a lo Madonna, y con atuendo de 10 o 15 años menos de su edad, hablando de lo suyo. Interpelado el cliente por parte del moderador de por qué había elegido la solución tecnológica del cliente, allí presente, contesta éste “porque nos lo pusieron muy fácil”. Hasta ahí todo correcto, fácil, con una interfaz bonita, son atributos casi imprescindibles si quieres triunfar en el mundo de las start ups. Pero luego lo apañó, al decir “porque básicamente no nos cobraban nada”, vamos, con era un modelo de esos de prueba treinta días gratis.

Otro clásico de ayer y hoy, también de la red social Linkedin, es, y este sinceramente me provoca desazón, la persona que se ha quedado en paro (“en búsqueda de nuevas oportunidades” es lo que hay que poner) y que todavía tiene a su antigua empresa como trabajo actual. Me ocurrió que una persona solicita que le agregue a mi red de contactos, cosa que solo hago , salvo igual algún caso que se me ha colado, con personas que he conocido en persona o al menos videoconferencia. Pues bien, voy al perfil de esta persona y pata negra: súper comprometida, con fotos suyas haciendo esto y lo otro, y como parte (diría que incluso cofundadora) de una organización cuya página visito y parecía que hacía cosas interesantes.

Siguiendo mi protocolo particular le contesto, todavía no la he agregado, y le digo he visto su perfil y el de su actual empresa, y que me gustaría poder tener una videoconferencia con ella, exponer brevemente lo que hacemos e identificar posibles oportunidades. Pues bien, me contesta y me dice que si, pero que el día que le propongo no le va bien, y que por cierto ya no está en esa empresa.

Esta situación me suscita una reflexión y un vaticinio. La reflexión es que, y siempre lo he pensado, cuando una desconocida solicita que le agregues a tu red en Linkedin, lo que busca es tener acceso a tu red de contactos, no poder acceder a ti. Lo cual es lícito, ojo, pero al menos que se diga. Como yo he dicho anteriormente mi aproximación es otra, y es conservar una red pequeñita pero de calidad, donde todas las personas que la forman son realmente conocidas. Y el vaticinio es que nunca llegaré a hablar con esa persona, lo que confirmaría mi reflexión.

Concluyo esta perorata con una síntesis de lo que yo pienso al respecto de todo lo vertido en esta pieza. El éxito y el fracaso son parte de la vida y como tal hay que tomarlo. No hay ninguna necesidad de estar continuamente diciendo cosas irrelevantes, muchas de ellas medias verdades, por aquello de que hay que publicar, publicar y publicar, porque se produce una enorme bola de paja que impide ver el grano. De los fracasos se aprende muchísimo más que de los éxitos, tan es así que algo que se hizo mal puede salir bien y a la inversa. Analícese no el resultado, sino el proceso. Te dejaste la puerta abierta de casa y no te robaron. ¿Éxito o fracaso? Y por favor no hagamos eso tan mediocre, paleto y miserable, de alegrarnos de los fracasos ajenos. No ridiculicemos el acento de una española hablando inglés. Animémosla a seguir intentándolo y si somos capaces, aconsejemos como puede mejorar. Nos irá mejor a todas.