La verdad es que llevaba días sin escribir y ahora que he encontrado un hueco me lanzo a ello. No tengo demasiado claro sobre qué hacerlo, son muchas las ideas que surcan mi mente en este momento, pero sentía unas necesidades enormes de escribir, así que ya me disculparán mis fieles lectores (uno o ninguno, como el chiste) si la calidad de esta pieza no es la habitual (lo que igual es hasta bueno).
Le tomo prestado el nombre de la pieza al blog “Autonomía y bienvivir”1, que a su vez es el soporte escrito de muchos de los contertulios que pasan por el gran podcast “ampliando el debate”2 que tantas veces he citado y lo que te rondaré morena.
Y es que esa palabra, que confieso que acabo de corregir al verla escrita, porque cuando la pronunciaban en el programa me sonaba a “buen vivir”, recoge lo que siento en este momento que debe ser mi vida en los próximos años. Tiene que ver también con el hecho de los días que llevaba sin escribir, causados por una sobrecarga de trabajo, que al final lo que me devuelve en sustento material pues últimamente no me compensa.
Por bienvivir entiendo, como acabo de escuchar hace tan solo unos segundos, vivir más conectado con la naturaleza, e ir dejando el lastre social que sin darnos demasiada cuenta nos va echando en la mochila una mano invisible cada minuto que pasamos en una ciudad. Tengo en la agenda de ideas para futuras piezas hablar sobre estímulos, y a riesgo de hacer spoiler, adelanto aquí algunos de los conceptos que me gustaría tratar más en detenimiento.
En algún momento de mi vida, en mis veinte, pensaba que todo era para siempre, y que mi vida estaría por los siglos de los siglos en Barcelona. Vamos, que de Barcelona al cielo. El motivo lo he entendido años más tarde. Me ofrecía lo que en ese momento necesitaba, que eran estímulos. Y ojo que hablo de un momento, agárrense los machos, casi casi pre-internet. Dicho de otra forma, quien tenía internet en casa era a golpe de módem, de esos que pitaban, y que en caso de ser una línea RDSI hasta una inoportuna llamada de tu hermana interrumpía, por lo que sumabas el motivo número quince para asesinarla esa misma noche.
Es decir, que era mucho más importante que ahora, supongo, estar en el momento y en el lugar adecuado, y en Barcelona pasaban cosas. Por ejemplo pude asistir al que creo fue uno de los últimos conciertos no de Manu Chao, no, de su banda, Mano Negra, la que revolucionó la música de los noventa y junto a Sargento García creo un género nuevo, que podríamos denominar “mestizaje”. También asistimos a otro pedazo de concierto de un enorme grupo de vida fugaz, Doctor No, donde ojo al dato, cantaba y lideraba un por entonces rastafari juglar de soflamas anti-Aznar Macaco (en aquel entonces creo Dani el Mono Loco).
Pues bien todos esos estímulos ahora han decaído, como la efectividad de los convenios colectivos tras la nefasta reforma laboral de eme punto Rajoy, y como que no soy capaz de sintonizar las ondas que emite. Y esta es la segunda cosa que ha cambiado en mi, creer que todo es para siempre, que la ciudad que antes me sedujo, mi fetiche, iba a ser mi morada para siempre. Y más con lo que me costó volver a la ciudad donde siempre quise vivir.
Pues bien, supongo que estoy transitando el camino de tantos y tantos elefantes no diré viejos, pero si que peinan canas (los afortunados) en busca de su nicho en el cementerio. Bueno, quizá me he puesto un poco dramático de más. Lo que quiero decir, y esa es otra cosa que recuerdo como si fuera ayer dicha y pensada por mi yo de cuando tenía veinte, que yo no iba a a ser como los demás, y mucho menos como mi padre. Supongo que eso hemos pensado todos, que nunca regañaríamos a nuestras hijas, que no las castraríamos, que…. Y al final somos todos una “Andreíta cómete el pollo”, a veces sazonado con un “, me cago en la puta”.
Pues eso, que con la COVID 19 y tantas y tantas noticias calamitosas y el futuro que nos espera igual se abre una ventana de oportunidad y cambiar de aires. Pero, ¿hacia dónde? Pues lo más sensato sería hacia el campo, así, en genérico, sin concretar mucho más. A vivir mas en horizontal que en vertical, a trabajar menos horas, a cultivar con tus propias manos la tierra, quien sabe si a tener animales, y supongo que a establecer relaciones más estrechas y humanas con las personas que te circundan, no a sortearlas en zig zag, como hago ahora, en busca de mantener la sacrosanta distancia de seguridad.
No creo que exista un solo bienvivir, cada uno tendrá que descubrir el suyo, pero como suele suceder es más sencillo darse cuenta de lo que a uno le agrede, no le gusta, prefiere evitar o sencillamente ya no le gusta tanto o simplemente le cansa. Lo que tenga que venir pues se tendrá que construir, sin un plan prefijado, y siempre colectivamente.
Bueno, y a intentar dedicarme tiempo a mi mismo, sin ser por ello egoísta. Creo que es muy complicado hacer feliz a las personas que te rodean y a las que quieres si tu no eres primero feliz. Bueno, veremos lo que da de si la cosa, de momento mis quehaceres familiares me reclaman. Ya llegarán tiempos mejores, o no, igual no hay nada mejor que tener una familia que te reclame.
1http://autonomiaybienvivir.blogspot.com/
2https://www.google.com/search?client=firefox-b-e&q=ampliando+el+debate