Monárquicos

Mientras hacía los inútiles ejercicios para intentar rehabilitar mi hombro derecho, ha venido a referirme mi santa acerca del ínclito cordobita Niceto Alcalá Zamora, de profundas convicciones religiosas, que presentó su dimisión porque la constitución que se aprobó en la recién estrenada II República pues no era de su gusto.

Enseguida hemos recalcado que el interfecto era republicano, pero de derechas. Y han salido a colación otras personalidades actuales o pretéritas, todas ellas francesas, que se podrían situar en el mismo espectro ideológico. Lo que resulta curioso es que no exista una corriente monárquica de izquierdas.

Puede objetarse, no sin razón, que el PSOE actual lo es, ya que tanto entre sus dirigentes, como entre sus bases, abundan las personas que dicen de si mismas que son de izquierdas, pero que a la vez son monárquicas. Ya dije en la pieza anterior que un servidor se forma una opinión de las personas por lo que hacen, y no por lo que dicen, por lo que sinceramente no creo que ni una de esas personas sean de izquierdas, lo que no les discuto es que sean monárquicas.

En fin, qué gran concepto, ser monárquico. Yo de verdad que puedo entender, en tiempos pretéritos, esa adscripción ideológica, eran otros tiempos. Pero, ¿ser monárquico en 2020? ¿De verdad? Claro, es un papelón ser monárquico ahora en el Reino de España porque no puedes decir públicamente lo que igual piensas: que eres monárquico, pero como dijo el coletas, de las monarquías de antes, no de las de ahora. Es decir, de las que depositaban la otrora tan discutida Soberanía Nacional en el monarca, o en la monarca, y no en el pueblo.

Eso, excepto Vox, no creo que lo diga nadie públicamente. Pues bien, tienes que salir a la palestra y justificar un dos en uno, a saber, que no es cierto que todas las ciudadanas seamos iguales ante la ley, porque hay una familia que se va pasando un cargo bien remunerado, y ojo que también cargado de poder, en contra de lo que la gente piensa, que es la Jefatura del Estado, y por otro que además hereda el hombre, y no la mujer. ¿Qué hubiera pasado si los actuales monarcas hubiesen tenido un tercer churrumbel y les sale macho? La que se lía es morrocotuda, con el abuelo mata elefantes ya tenemos bastante.

Pues bien, ¿cómo justificar que una es demócrata, pero a la vez monárquica? Es que el mismo concepto es sensacional, lo mismo me pasa con los republicanos. Una vez instaurada la monarquía, ¿qué? Una vez derrocada la monarquía e instaurada la república, ¿qué? ¿Tiramos para la izquierda, nos quedamos en el centro o viramos a estribor?

Creo que de manera inteligente últimamente, al menos en la piel de toro, se vincula la corona a la institución de la Jefatura del Estado, y ésta en última instancia a la Constitución del 78. Es como uno de esos chicles que ha calentado en exceso el sol y se han quedado pegados a su envoltorio, pero que además el calor ha solidificado en exceso, y que es un infierno comerse. Solo la saliva y las tragaderas ayudan a disolver el papel y mascar el engrudo. Creo que es una metáfora muy acertada, las tragaderas, de la situación actual respecto a los Borbones.

Pero hay que ir al detalle. ¿Que tendrá que ver una familia, conque sea el hijo y no la hija la que herede, que lo que herede sea la Jefatura del Estado y que haya por medio una constitución? Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Lo que sucede, y aquí se les ve el plumero, a juicio de este atribulado observador de medio pelo, es que saben perfectamente que si se abre el melón… ¡Hay si se abre el melón….! Ya lo decía el ínclito saqueador Pujol: que no se menee demasiado el cierulo que sino pasan cosas de las que luego todos nos arrepentiremos.

Y qué grande que además traguen con la desigualdad de género, que ojo está escrita, no la invento yo, y blindada y bien blindada por el lugar que okupa en el texto constitucional. Una cosa es la que se predica, y otra la que se hace. ¿Qué daño real hace a la causa de la igualdad de género que la superélite bubónica sea machista y prevalezca el hijo respecto a la hija? Yo me lo he preguntado muchas veces, y he de reconocer que a mi juicio casi nula. Es mucho más relevante las palizas, los ojos hinchados tirando del carrito de la compra camino del supermercado o las supermadres que limpian escaleras y sacan adelante una familia mientras el zángano que puso la semillita está en la cárcel o desparecido en combate. Pero claro, no es estético, no está bonito, y eso ni se les pregunta a los monárquicos.

Y me deja perplejo el miedo, gran motor y freno a la vez del devenir histórico, a que se vaya a romper España porque desaparezca la monarquía. ¿Qué ha hecho de bien esta institución y esta familia en los últimos años? Como un resorte saltarán los jubilados de hoy destacando el impulso a la transición democrática al elegir el ciudadano Juan Carlitros a Suárez y su papel durante el golpe de Estado del 23F. Lo primero he de reconocer que con todas sus sombras me sorprendió al verlo en un documental, que merece una pieza aparte, de RTVE que ha dormido el sueño de los justos durante años. Y digo que me sorprendió no tanto el papel que la hagiografía describe, sino el poder que durante unos meses tuvo este sujeto. Realmente heredó todo el poder de Paquito el Chocolatero, era algo que no tenía demasiado presente, y lo que luego hiciera a saber por qué lo hizo.

De hecho escuchando el nada historiográfico programa Barrio Canino me enteré del papel veleta que tuvo su padre, el no-monarca Juan de Borbón, que pasaba de ser un falangista de boina en cabeza y fusil en ristre, a un adalid de la democracia en el exilio, a volver otra vez a hablar con el patrón a ver si podía colocar al hijo, que muy espabilado no le había salido.

Y por otro lado la participación en el 23F en fin, ríos de tinta han corrido, no queda nada claro si el papel queda en el debe o el haber del amigo.

¿Cómo se puede justificar en positivo, no en negativo, la monarquía? ¿Qué cualidades tiene esa familia para que confiemos ciegamente en ellos? ¿Y si sale un tarambana?

En fin, me voy a mover el bigote, que hay lentejas a lo lucas.