Ludismo

Abro hoy un melón que va a dar tajadas no para varios días, sino para semanas y meses, así que supongo que iré tratando distintos aspectos en distintas piezas, a saber, el progreso y el trabajo.

Hace unos días escuché un programa, no voy a repetir cual, porque no quiero hacerme pesado, en el que trataban un tema recurrente, en este caso el del vehículo y/o conducción autónoma. El tertuliano que presentaba el tema, al que considero con todo el respeto y cariño, un “flipado”, anunciaba con voz grandilocuente y rictus serio, y eso que solo se escuchaba su voz, que estábamos antes un cambio disruptivo a la altura del motor de combustión, la electricidad o el vapor.

Y ojo que ni digo que esto sea así, ni soy de los que creen que nunca va a ser posible la conducción autónoma, yo lo que digo es, parafraseando al genial vídeo1 de José Mota: ¿pa qué tanto?. ¿Es acaso un problema a resolver el de que existan conductores? ¿Cual es el propósito, evitar accidentes? ¿De verdad es más económico mantener 24 por 7 una red complejísima para que circulen vehículos autónomos en lugar de que haya personas que los manejen? ¿Y cual es la inversión necesaria para conseguirlo? ¿Es el problema más urgente de los que tenemos como especie el de la conducción manual? ¿Quién se va a beneficiar de tamaño logro? ¿Será el conjunto de la sociedad o solo unas pocas corporaciones transnacionales?

Y todas esas preguntas son pertinentes, porque cuando antes tildé, insisto de verdad que con todo el cariño de “flipado” a la persona que expuso el tema, y que se nota es un apasionado de la tecnología y de sus protagonistas, lo hago porque creo que no pone el foco donde hay que ponerlo. Nada es gratis, y todo tiene consecuencias.

Cuando por ejemplo nos maravillamos porque compramos la chuminada más grande en Amazon y nos llega en horas, o a lo sumo al día siguiente, ¿qué está pasando por el medio? ¿Es el acierto de un gurú de la tecnología, como su propietario, el descendiente de españoles Jeff Bezos? ¿Se le ha ocurrido a él algo que al resto no, y que llevaban años trabajando sobre ello? Solo hay que reflexionar acerca de quién suele traernos el paquete de turno. Apuesto con ustedes a que es de allende los mares, va sudando porque tiene pronto otra entrega, y de piel tostada, y no precisamente por el sol que toma mientras apura su daikiri. Hombre, es que el ministro es un racista, se le ve el plumero. No, señores míos, verdades como puños. El que te trae el paquetito a casa es el último eslabón de una cadena de explotación que curiosamente suele pertenecer a las clases socio-culturales más desfavorecidas. ¿Cual es su sueldo? ¿Es acaso un empleado o un falso autónomo?

Menos lobos caperucita. Y se me dirá, ¿pero qué diablos tiene eso que ver con la conducción autónoma? Pues muy sencillo, que a veces detrás de indudables soluciones tecnológicas ultra-complejas, que solo algunas mentes privilegiadas pueden imaginar, y otras llevar al terreno de la realidad, se encuentra el más de lo mismo, la explotación laboral pura y dura. Por ser justos, y confieso que no he hecho los deberes y no estoy ni de lejos muy ducho en la materia, no creo que el caso de la conducción autónoma caiga en este saco, cosa que sí afirmo rotundamente para la linea de negocio de retail de Amazon.

Lo que digo es que las cosas no son gratis, y haciendo una búsqueda muy rápida2 la cifra que publica el medio que he consultado es mareante: 100.000 millones de dólares yanquis, algo menos de lo que se supone que recibirá el reino de España proveniente de la Unión Europea para luchar contra el coronavirus. Nada, una fruslería.

¿Qué se podría haber hecho con ese dinero? No voy a caer en ese ejercicio que reconozco algo demagógico, pero si quiero insistir una y otra vez en una idea sencilla, que desmonta parcialmente el mito del tecno-optimismo: las cosas cuestan dinero, y desplegar nuevas tecnologías cuestan cada vez más dinero, y ese dinero se detrae de otros sectores o menesteres, que igual al conjunto de los mortales les puede resultar más beneficioso.

Insisto en la idea, los fabulosos logros que sin duda estamos presenciando no son fruto en solitario de la mente prodigiosa de un par de yanquis encerrados en un garaje, cuestan un auténtico ojo de la cara. Pero digo más, recuerden que por increíble que parezca, hoy en día los bancos pueden generar dinero, y éste no está respaldado en nada más que la fe, es dinero fiduciario. Y sigo, como no hay ya de dónde sacar, y la rueda del capitalismo no puede parar de girar, se tiene que seguir creciendo y creciendo, como en una máquina de movimiento perpetuo, cosa físicamente imposible. ¿Cómo se consigue el milagro? A base de deuda. ¿Y quién va a pagar esa deuda? Los que no pueden votar, dirían uno, o los que no pueden decidir, diría yo, sencillamente porque no han nacido todavía.

Bueno, pero es que así es el avance de la humanidad, esas generaciones se beneficiarán de esos prodigiosos avances, lo contrario sería vivir en cuevas e iluminados por teas. Ya, pero insisto en que cada vez el monto que se necesita para el siguiente avance crece exponencialmente, igual estaría bien preguntar a los paganos de la fiesta en qué se debe invertir ese dinero. Se puede objetar que es inversión privada, y por tanto solo deciden sus legítimos millonarios propietarios. Ya, cuéntame otra película, le diría al cuñao que me viniera con semejante argumento. Tire usted de la invisible linea roja de todos y cada uno de los billetes que colecciona por millones cualquier ilustre componente del 1% y acabará usted dándose de nalgas con la puerta de una institución púbica, como un parlamento, una reserva federal americana, un parlamento europeo o cualquier otro inmueble habitado por personas que regulan sistemáticamente en favor del interés de unos pocos.

Quiero concluir esta pieza con la consecuencia a mi juicio inevitable, y ojo que no necesariamente negativa, que va a tener este incremento brutal que veremos de la productividad, producto de tecnologías como el vehículo autónomo o la electricidad masiva de las ciudades, que es las masas ingentes de personas cuyo trabajo no va a ser necesario. Y ojo que no estoy hablando ni de una ni de dos, digo que van a ser menos personas las que trabajen que las que no, y además es más que probable, paradojas de la modernidad, que muchos puestos ultra-especializados se queden vacantes, porque no hay personas con el conocimiento técnico necesario para su desempeño.

Y digo que no sería necesariamente malo, porque trabajar menos no lo es, si, y solo si, se da una pequeña condición: que la riqueza se reparta. Hagan apuestas, ¿qué creen que va a suceder? Les voy a dar dos opciones:

a) La jornada de trabajo en los países de mayor PIB (no se si llamarles ricos) se reducirá a 6 horas, cuatro días a la semana.

b) Se mantendrá todo como hasta ahora, y se implementará una “paguita”, en forma de renta mínima garantizada o similar, para los millones y millones de personas que no van a encontrar empleo estable en su puñetera vida.

Hagan las apuestas, la bola del casino global ha echado a rodar, y me temo que saldrá el cero, y la banca se quedará con todo.

1https://www.youtube.com/watch?v=tcsOW58wvcU

2https://www.leasingoptions.co.uk/driverless-cars/index.html#investments