Entusiasmo

Reconozco que nado entre dos aguas, entre fer negocis y la economía social, ya que he creado mi propia empresa, una cooperativa de trabajo asociado, y claro, no se puede estar al plato y a las tajadas. Y la inspiración para escribir la pieza de hoy tiene su origen en un parque, dentro digresión.

Estaba yo con mi hija en el parque dale que te pego a horadar su suelo, porque claro, no vaya yo a estar parado sin hacer agujeros que viene ella y me regaña, cuando observo una persona al otro lado del parque. Recuerdo que era una época pre-COVID, porque no íbamos enmascarados. Aprovechando un descuido de mi hija-sargento y me dirijo a ella, no suelo hacerlo, pero es que la veía haciendo un poco el baile de San Vito, y yo sabía por qué.

-Perdona –le digo- te aconsejo que te retires de ese lado del parque, te van a devorar los mosquitos.

Y no me equivocaba. A partir de ahí mi osadía tuvo su recompensa, porque conocí a una persona bien interesante, de conversación fácil y amena, leída y viajada, con la que pasé una tarde de cháchara estupenda. Además sendas vástagas eran más o menos de la misma edad, con lo que se pusieron a jugar y tuvimos más margen de maniobra.

Pues bien, no solo vi su envite, sino que subí dos. A lo largo de la conversación, aunque creo que eso fue el siguiente día que coincidimos en el parque, nos pusimos a hablar de lo que hacíamos profesionalmente, y yo detecté que podía prescribir sus servicios en dos entidades en las que mi empresa está vinculada. Y ni corto ni perezoso eso hice, pero es que además, y esto es mérito suyo, consiguió el doblete: las dos entidades contrataron sus servicios.

Pues bien mi amiga M, así la voy a bautizar, quiso demostrarme su agradecimiento y nos ofreció sin coste una sesión en que íbamos a trabajar aspectos estratégicos y de marca de nuestra empresa. La sesión tuvo lugar y hoy nos ha entregado un documento en el que se recogen las ideas fuerzas de la sesión.

Dicha la digresión voy al turrón: el entusiasmo. Pero me temo que debo abrir otra digresión, vamos a ella, pero no se olviden, entusiasmo.

Por avatares del negoci estoy a la búsqueda y captura de clientes, y una de las cosas que estoy probando, porque yo soy mucho de probar, es anotarme a todo webimar que pesque. Hombre, a todos todos no, pero si a aquellos que pueden tener un mínimo interés, y la verdad es que hay una sobreabundancia de los mismos.

Los temas candentes acostumbran a ser estrategia, cultura, transformación digital, marca, etc. Y ahí me encuentro entre dos aguas, como rezaba la canción, porque ni me creo el discurso que abunda en buena parte de la Economía Social donde se habla de transformación pero lo que en realidad prolifera es precariedad, ni de lejos me creo el discurso de ganadores de la globalización.

¿Y qué tienen que ver las dos digresiones? El entusiasmo. En uno y en otro lado, de hecho en todos los caminos que el señor de Linkedin traza se habla de entusiasmo, de que la compra es emocional, que debemos estar dando saltos de alegría y contagiar a nuestro aún más entusiasta comprador. ¿En serio es eso lo que ellos ven? Yo no veo entusiasmo por ningún lado.

La palabra “trabajo” para mi, y ojo que me considero un afortunado porque mi trabajo me apasiona, no la asimilaría a ese concepto de entusiasmo, de hecho la mayor parte de las personas no son empresarias de éxito, son trabajadoras, y dudo que sientan entusiasmo cada vez que van (o se quedan en casa) a trabajar.

Abro tercera digresión, para referir que le paso el documento a mi santa, para que le eche un ojo. A mi ni frío ni calor, y lo diré las veces que haga falta, no porque la profesional, mi amiga M, no lo sea, y seguramente como la copa de un pino, no eres tu, soy yo, pero es que sencillamente no me siento interpelado, y es algo que me pasa en el mundo de los negocis. Pues bien, mi santa me dice que está muy bien, y que el problema que tengo es que estoy a medias, que tengo una coraza, y que no dejo que permeen las ideas.

Y tiene toda la razón. Supongo que hay cosas que por mucho que uno quiera no puede cambiar, y lo diré las veces que haga falta, en mi caso el principal problema es que no lo pillo. Ni me veo reflejado en loas unicornios del valle del silicio, ni me creo esas empresas donde términos que dan grima como “jefe” o “líder” se emplean, donde se desconoce cualquier otra cosa que no sea un departamento, un traje y una corbata, donde solo existen “clientes” y “proveedores”, y donde por doquier rezuma la pasión, el entusiasmo… Es que no lo veo.

Haciendo de abogado del diablo probablemente este servidor de ustedes es de esas personas corta de miras que no las ve venir, y cuando se de cuenta no vende un clavo y tiene que cerrar la empresa. Yo francamente creo que no, pero claro, se hablan de cosas tan abstractas que me cuesta ver en qué me afecta a mi, a mi realidad. Yo las empresas que veo sufren, lo pasan mal, se las ven y se las desean para pagar a tiempo las deudas, y donde la mayor parte del tiempo todos, hasta el “jefe”, está haciendo algo que no le gusta.

Y si esa es la realidad, ¿de qué están hablando los demás? ¿Es acaso literatura de auto-consumo para los ganadores de la globalización, para el 1% del 1%? Como ya he dicho en alguna ocasión es que lo que yo pongo en tela de juicio es el método en sí, la consultoría, más que esta o aquella persona. La consultoría tiene algunos problemas, a mi juicio, entre los que se encuentra que no asume riesgos. Te entrega un documento donde todo lo que dice es acertadísimo, y de un valor incalculable, fruto de la consulta de libros y libros, y de la experiencia trabajando con los grandes entre los grandes. Si todo eso está muy bien, pero ¿y ahora qué? ¿Aceptarían trabajar por resultados? Usted cobra un 20% del precio pactado y el 80% si los famosos KPIs que describe con todo lujo de detalles y derroche infográfico en la página 69 de su documento se cumplen. ¿Juega?

Lo que suele suceder es, en mi modesta opinión, que sencillamente se fracasa, y que no se produce impacto alguno. Seamos claro, si el antes y el después de la intervención del consultor es más o menos el mismo, podemos hablar de fracaso. No estoy de acuerdo de que el profesional ha hecho su trabajo, y que como no podía ser de otra manera, la culpa es del cliente. E insisto en la idea, creo que el problema es metodológico.

Yo me imagino un proceso más a largo plazo, por iteraciones, siguiendo de verdad las mejores prácticas de lo que se denominan metodologías ágiles, donde el consultor se integra en el equipo del cliente, y como he dicho anteriormente, vamos a resultados, juégatela. En ese tipo de relaciones a más largo plazo se verá si lo que se dice es aplicable o no, incluso si tiene sentido alguno, y probablemente ahí se verá el impacto.

Bueno, me voy con una sonrisa en la cara a seguir trabajando. No, es broma, cierro el ordenador, que tengo la cabeza como un bombo, y voy a hacerle unas pocas de cosquillas a mi hija, que me está esperando.