Mensajera

Estoy escuchando el fantástico podcast Espurna1 un capítulo en el que trata las denuncias falsas, versión corta de “mujeres que presentan denuncias falsas contra sus ex-parejas, habitualmente hombres”. Una de las cosas que hace grande al programa y a su hacedor es la valentía de tratar temas “políticamente incorrectos” desde la perspectiva del discurso dominante de la izquierda. Por citar algunos otros ejemplos trató en programas pretéritos la figura de Gobineau o la guerra desde una perspectiva que podríamos denominar heterodoxa.

En otro programa que me habrán leído citar hasta la saciedad, “Economía directa”, uno de sus tertulianos menciona la empresa Newtral, vinculada a Ana Pastor. La verdad es que hasta como idea de negocio me parece muy buena, intentar desenmascarar noticias falsas lo más rápido posible. Lo que sucede, y es lo que señalaba el tertuliano, es que el simple hecho de seleccionar qué noticias vas a analizar y cuales no ya es un sesgo. Por otro lado, y esto está muy vinculado al tema que trataba ese episodio en concreto del podcast, está el modelo de negocio de la empresa. Si ésta es de capital, complicado lo tenemos, porque se va a dar de bruces con el eterno dilema: ¿cuales son los ingresos de la misma? ¿Empresas o personas que ponen su dinero? ¿Van a tolerar que se marque como falsa una noticia que afecte a sus intereses, personales o empresariales? Una alternativa que a mi modesto juicio está funcionando es el de multiplicar los propietarios, mediante suscripciones de un importe económico muy reducido, lo que puede facilitar la independencia del medio y poder hacer lo que considere.

Pues en ambos casos, con sus diferencias importantes de peso mediático y de incluso forma jurídica e intereses, veo un hilo conductor. Tienen un poderoso altavoz, insisto que de tamaños desiguales, que pueden hacer que decidan lanzar un mensaje y llegue a un número desdeñable de personas. Supongo que es un tema manido, y que se trata en el primer curso de las facultades de periodismo, que en mi juventud pisé fugazmente: ¿qué responsabilidad tiene la mensajera? No en vano existe esa frase de “matar al mensajero”, y no creo que sea una figura literaria, me temo que todavía sucede.

En el tema de las denuncias falsas resulta especialmente valiente, como ya he dicho, porque nada a contracorriente. Desde una perspectiva sectaria se descartaría la frase antes de llegar siquiera a completarla, como “ya estamos, otro igual que Vox”. Valga decir que ni el conductor del podcast, ni la persona que participa en ese episodio, me dan la impresión de sostener la tesis simplona de que “hay muchas denuncias falsas”. Lo único que están haciendo es contar un caso, al que podemos dar visos de credibilidad o no, en el que se describe un largo proceso en el que una mujer presenta denuncias de acoso primero y luego de abuso sexuales contra su ex-pareja. No lo he terminado de escuchar entero, vaya usted a saber cómo puede seguir el sainete.

¿Cual debe ser nuestra postura al respecto? ¿Debemos ser militantes feministas y ni siquiera escuchar el episodio? ¿Debemos acudir a la plataforma y escribir comentarios indicando la falacia de las denuncias falsas aduciendo datos del Consejo General del Poder Judicial? Esto último seguro que ya se ha hecho, no lo he comprobado. ¿La simple presencia de este podcast, que como digo tendrá sin duda una cierta repercusión, le hace el juego a la extrema derecha? ¿Será este podcast una prueba más, y por tanto munición, convenientemente descontextualizada por la extrema derecha para afirmar sus tesis?

Pues supongo que cualquiera de esas cosas puede suceder, y es algo que no está bajo el control de la persona que hecha la bola de nieve a rodar. Yo al menos, por un tema de salud mental, es la postura que adoptaría. Lo contrario implicaría una auto-censura que seguro indica un mal camino. Por supuesto que no se puede ser plenamente libre del todo, y que algo de auto-censura existe en quien crea contenidos (periodísticos, culturales o del tipo que sea) y los hace más o menos públicos. Tenemos tragedias recientes como los asesinatos de la revista satírica Charlie Hebdo. Pero en esas aguas nos movemos, aprovechemos el privilegio de estar en una zona del mundo donde más o menos se pueden decir cosas sin que te pongan una bala entre ceja y ceja.

Bueno, sin ponernos tan tremendos si que me gustaría traer a colación un tema más o menos recurrente en la izquierda bienpensante y es el de las guerras culturales. Simplificando mucho la tesis que entre otros puso en primera linea del debate el libro de Daniel Bernabé (que por cierto no he leído y debo hacerlo) “la trampa de la diversidad”. A riesgo de un simplismo ramplón yo veo dos planos, el material y el otro, que por emplear un término podríamos convenir en llamarlo “simbólico”. En el primero la derecha gana por goleada, y en cierto modo abona la tesis del “fin de la historia” (otro libro que no he leído) del ínclito Fukuyama y que tiene que ver con la victoria aplastante del capitalismo sobre cualquier otra forma de organizar la economía. Y no solo la economía, lamentablemente….

En lo simbólico, con todas las excepciones que se quiera y los matices por territorios, franjas de edad, etc. yo particularmente creo que la izquierda lleva la delantera. Casi hasta sería divertido imaginarse una reunión del club Bilderberg en el que se acuerda el reparto, para que no se le soliviante el personal y les arruine el negoci a las poderosas. Yo no creo que en esas teorías conspiranoicas, o al menos no en todas, pero en este caso si que veo visos de que algo así haya podido suceder.

El motivo es que hay ejemplos históricos que van en esta linea, y pondré un ejemplo. Después de la segunda guerra mundial había una superpotencia, la Unión Soviética, cuyo sistema político, económico y social era el comunismo, y no el capitalismo. Como co-vencedora de la contienda, y por su dimensión, tenía la posibilidad de extender su sistema, en detrimento del capitalista, por el resto del mundo, máxime cuando China, con las evidentes diferencias que se le quieran ver, tampoco era un sistema capitalista, y si formalmente comunista. En este orden de cosas hay dos factores que hacen, sin llegar a las manos, que el capitalismo pueda contra-restar ese “fantasma que recorre Europa”, y a mi juicio lo hace con el estado del bienestar, aunque solo sea en el marco europeo.

Debo confesar que solo en fechas muy recientes he vinculado a su vez el estado del bienestar con la energía. ¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra? Pues que el acceso a fuentes de energía de origen fósil, básicamente petróleo y gas natural, hace que el ser humano tenga acceso a fuentes de energía en órdenes de magnitud nunca antes vistas. Esto incremente la productividad a cotas estratosféricas, lo que redunda en un aumento de la riqueza, con todas las desigualdades y limitaciones que sin duda se quieran ver. El poderoso tenía aquí dos opciones: o seguir machando a la clase obrera, con la cara tiznada de hollín y que ésta, en respuesta, siguiera levantando barricadas, o bien repartir un poco, solo un poco, esa riqueza.

Esto fue la aparición de la clase media, otro anatema para la extrema izquierda, que niega su existencia. ¿Y qué es la clase media? A mi juicio clase obrera con acceso al trabajo de forma más o menos constante, que tienen por ende acceso moderado a dos elementos vetados a la clase obrera hasta entonces: propiedad privada y formación. Y lo siento, pero no es lo mismo un trabajador de una fábrica en el siglo XIX que uno de la SEAT en el desarrollismo franquista. Solo por cerrar el círculo respecto a la clase media, ¿cual es el problema de la misma? Pues que en muchos casos los miembros de la misma se creen ese discurso, muy venenoso y peligroso, de que efectivamente pertenecen a otra clase, que no son parte de un grupo más amplio que engloba a todas aquellas personas que dependen de un trabajo para su bienestar.

Dicho de otra forma, en mi opinión es cierto que el acceso al trabajo, a la propiedad y a la formación son definitorios de otra clase, y a los hechos me remito, en el sentido de verse a si mismas como otra cosa, con aspiraciones más conservadoras, en el sentido de que ahora si tienen algo que conservar, con alianzas con las poderosas, que son las que le dan de comer las migajas que no le caben en sus abultadas panzas, etc. Pero que no se engañe nadie, de la misma forma que existe una cierta movilidad social ascendente, existe también, por una patillera ley de la gravedad social, en sentido descendente. Es dramático comprobar como hoy en un país que está sin duda entre los 15 más ricos del mundo al menos por PIB hay un drama social de proporciones descomunales en el que amplias capas de la población, como fichas de un siniestro dominó, han caído al abismo de la pobreza. Primero pierden el empleo, luego se retrasan el en pago de un par de letras de la hipoteca o del alquiler, luego pierden su vivienda pero no la deuda, para verse en la calle y en comedores sociales.

Bueno, me he ido del tema, y probablemente merece una pieza propia, lo que intentaba era argumentar el ejemplo histórico de por qué los poderosos crearon la clase media, obviamente para su propio beneficio, en este caso para taponar al comunismo y que nada cambiara.

Pues bien, dando por cierta esta tesis yo si veo una cierta concesión de los simbólico, a cambio de amarrar lo material. Soy de los que piensan que el PP y el PSOE en lo material son la misma cosa, y que lo único que les diferencia es lo simbólico, en aspectos como el aborto, el matrimonio de personas del mismo sexo o si me apuran el secesionismo. Y ojo que con eso no quiero decir que lo simbólico no sea importante, y que no haya conexión con lo material, ese es otro debate.

Uno de los aspectos que pretende convertirse en problema por parte de la extrema derecha es el de las denuncias falsas. Es parte de algo más amplio, que haciendo un poco de abogado del diablo, se podría considerar los excesos del feminismo. ¿Y cuales son esos excesos? Pues el criminalizar al hombre, la presunción de culpabilidad en el caso de las denuncias por violencia familiar, el consentimiento explícito preceptivo por parte de las mujeres para no considerar la relación sexual una agresión, etc. Insisto, yo solo reproduzco argumentos, no comparto ni una sola de esas ideas.

Volviendo a la tesis central de esta pieza, ¿el hecho de poner sobre la palestra un caso que podríamos decir que va en la linea de estas afirmaciones convierte a su autor en cómplice de la extrema derecha? ¿Leer, publicar, comentar o incluso difundir el “Mein Kampf” le hace a una nazi? Yo creo que no, pero como dije al principio, y no creo que sean ideas contradictorias, no es una decisión inocua. Si alguien decide hacer un programa sobre Hitler, no lo está haciendo sobre Durruti. La realidad lógicamente es mucho más compleja, e incluso el conocimiento debe discurrir por derroteros paralelos a la opinión que cada uno tenga sobre los hechos o personajes sobre los que trabaja y publica.

Aquí conviene señalar la gran diferencia que existe entre una persona que, si no estoy equivocado, dedica su tiempo libre a publicar contenido, sin interés espurio alguno y una empresa, tenga o no ánimo de lucro, como Newtral. En cualquier caso por favor nunca maten a la mensajera, limítense a no leerla o a publicar su opinión, si es que es distinta.

1https://www.ivoox.com/en/podcast-espurna_sq_f1983860_1.html

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *