Cambalaches

Ya les adelanto que esta pieza va del movimiento del coletas de la vicepresidencia del Gobierno a candidato a la Comunidad de Madrid. Lo digo porque este escritor de fines de semana llega tarde a la noticia, y seguramente ya se ha escrito todo lo que se tenía que escribir al respecto, e igual hay cosas más interesantes que hacer.

En cualquier caso como ya he dicho en otras ocasiones este es un espacio de reflexión, no necesariamente cualificada, que se abre a ojos indiscretos por si a alguien le interesa y le entretiene, así que el ejercicio se hace igual. Vamos allá.

Hay algunas cosas que me llaman la atención de este movimiento, del debo confesar que no conozco los detalles, y que consiste en que Pablo Iglesias anuncia que deja el ejecutivo para ir de candidato por Unidas Podemos, o como vaya a llamarse el partido-empresa que se presente a las elecciones, a la Comunidad de Madrid. La primera de ellas va en la linea del “efecto Illa” (qué cosa más de vergüenza ajena e infantil, por otro lado) que ya dejé escrito aquí hace unas semanas: ¿no habíamos quedado que las políticas son seres abnegadas, que se sacrifican en pos del bien común, que se deben a sus votantes? Pues si eso fuera cierto, a no ser que el Presidente del Gobierno le destituya, usted se queda donde está hasta el final de su mandato.

¿Por qué diablos se normaliza que una persona, sea Illa, el coletas o el bailongo (Iceta) cambia de administración como de chaqueta y encima casi hay que darle las gracias? Esto me recuerda al caso de los futbolistas que sencillamente se cansan y deciden que se van, aunque le resten (me encanta cuando los medios deportivos emplean esa palabra) todavía años de contrato.

Si no se tiene claro el poder estar atornillada al sillón lo que dura un mandato pues casi mejor que no se presente usted. Insisto, yo no normalizo la desfachatez que implica que un cargo electo decida unilateralmente cambiar de aires. Y no lo veo por lo que ya expresé en su momento, pero que este nuevo caso, que no será el último, demuestra a pies juntillas: que en el orden de prelación de intereses del gachó va primero su cuerpo serrano, luego los intereses de su partido-empresa (que en última instancia son los suyos propios) y siendo sincero, creo que en tercer lugar no hay nada.

Lo digo de corazón, iba a escribir que el tercer interés era el de las votantes, pero sinceramente creo que solo se les considera como clientes de su partido-empresa. Es decir, que las decisiones que tome la amada líder no considerando lo que beneficiaría a las votantes, sino lo que las retendría en el redil de sus votantes. En suma, que no decidan que en el próximo ciclo electoral cambien de chaqueta, como la que en un lineal del súper decide echar a la cesta otro champú en lugar del de siempre, por aquello de probar la fragancia a ananás del Kilimanjaro con suave toque de fresa recogida una a una por un elfo gris.

El coletas habrá pensado, supongo, que su cuerpo serrano era la mejor opción para que su partido-empresa aumentara sus ventas (número de votos) para así mejorar el balance (escaños) lo que debería propiciar una mayor valoración de su partido-empresa y quién sabe, hasta el reparto de dividendos (puestos a dedo). Lo más probable es que haya pinchado en hueso y nada de eso vaya a suceder, pero a mi no me importa demasiado, lo que si me importa es el desprecio que muestra respecto a “las de abajo” con ese tipo de movimientos.

Por otro lado, y esto tampoco me interesa demasiado, está las circunstancias que hayan provocado esa decisión. Terreno abonado para trolls de Twitter y conspiraniicas. Que si una salida honrosa del gobierno, que si ahora le puede atizar a Perico desde fuera, que si… La lista es infinita. Pero como digo, esta parte no me interesa tanto.

La otra parte de la jugada, y es la segunda cosa que me gustaría analizar, es la desfachatez de nombrar a dedo a sus sucesoras. Yo creía que era potestad del Presidente del Gobierno configurar su Gobierno, en el sentido de crear y destruir los ministerios que considere, y nombrar a las ministras. Pues resulta que si, pero no. Que el coletas te viene con el problema y con la solución, cosa que los “jefes” de las empresas agradecen a sus súbditos cuando suenan los nudillos en la puerta de sus despacho.

El gachó ya ha decidido que la ministra o exministra, ya no se muy bien, de trabajo va a okupar su asiento, y que Ione Belarra también va andar por ahí. De nuevo habría que entender bien, igual alguna plumífera ya lo ha escrito, cómo se ha cocinado todo. ¿El coletas ha llamado a Perico y se lo ha dicho? ¿Lo han acordad en un reservado de un restaurante madrileño entre una nube de rosslies? Los caminos de la oligarquía, que no de las élites, son insondables.

¿En qué lugar quedan las personas que se mueven? ¿Van a dejar los cargos que okupaban? ¿En base a qué, a que alguien se lo ha dicho u ordenado? ¿Qué les pasará si dicen que no, caerán en desgracia? ¿No les volverá a sonar el teléfono, como machistamente ocurre con las actrices que pasan de los 40?

Y además lo que tiene narices es que los cambalaches afectan, por aquello de desvestir al santo, a distintos ámbitos territoriales. Yo no digo que si naces operario mueras operario, y que no puedas cambiar de responsabilidades. Mi afirmación únicamente afecta a cargos electos, que se presentaron, quiero entender que sin que nadie les pusiera una pistola en la sien, a un cargo con unas características conocidas antes de su candidatura. Y una de estas características es su duración.

A priori solo veo un caso en el que en buena lid puedan dejar el cargo, y es irse a su casa o su trabajo, si es que lo tienen, en caso de asuntos personales, familiares, de salud, etc. Vamos, lo que viene siendo una dimisión, pero no para irse a otro cargo electo, no se si me explico. Se puede objetar que el cargo de ministra es de designación, que no hay elecciones a ministra. Cierto, pues entonces que se explique bien no el todo lo que la persona maravillosa, con sus superpoderes, va a hacer sin duda en su nuevo puesto, sino por qué deja tiradas a las personas que le votaron con una clara intención.

El otro asunto de la semana, el del transfuguismo, merece pieza aparte, me pongo a ello.