Positivo

Las amantes de la telebasura como yo recordarán al gran Louis Van Gaal y su “siempre negatifo, nunca positifo” con cara de pocos amigos. Pues eso creo que es lo que nos pasa un poco a las que queremos cambiar las cosas mucho y muy pronto. La cosa es simple, el mundo está muy mal, nosotras los sabemos, y lo ponemos negro sobre blanco o lo decimos en cuanto tenemos ocasión, sin paños calientes, sin importar lo poderosa que sea la organización o la individua que señalamos como responsable, y esto presenta algunos problemas.

Por un lado siempre me ha sonado un poco pretencioso el discurso que incluso algunas veces se verbaliza de “esto no te lo van a contar en”, y completan la frase con un medio de comunicación muy conocido. O “de esto no se habla” o similares. La idea que subyace es que nosotras sabemos algo que las demás no saben, lo que inmediatamente lleva, por asociación de ideas, a llamar tonta a la persona a la que va dirigida el mensaje y lista a su emisor.

La fórmula que propongo para mitigar esta primera posibilidad de rechazo, y que no es ni mucho menos mía, tomo el buen hacer de otras personas, es el “no me creas a mi, infórmate”. Esa es sin duda una de las actitudes ante la vida que creo siempre van a llegar a algo positifo, el leer, informarse. Afortunadamente (en algunas cosas) no estamos en la Edad Media donde buena parte del conocimiento en Europa se atesoraba en monasterios. Ahora de verdad que prácticamente cualquier cosa se puede saber, si se tiene una cierta pericia con un ordeñador y se habla inglés.

Uno de estos ejemplos es el libro, que tengo en mi sección de pendientes de lectura, Soberanos e intervenidos1 de Joan E. Garcés (como me gustan los nombres con alguna inicial y un punto). Parece ser, insisto que solo he anotado la referencia, basa parte de su información en documentos desclasificados por los Estados Unidos en referencia al intento de Golpe de Estado del 23F en España, y cuya tesis apunta a que fueron los Estados Unidos los instigadores del golpe, y el Bobón su marioneta. No quiero ahora entrar en eso, pero solo digo que hay mucha pero que mucha información en internet, y eso nos permite, si le dedicamos el tiempo y el esfuerzo necesario, contrastar lo que nos dicen unas y otras.

El otro problema que le veo a este aluvión de noticias negativas es muy prosaico y fácil de entender: en general a las personas no nos gustan las malas noticias. Creo que en piezas anteriores ya he mencionado cómo una de las críticas que se le hacen al decrecentismo, que me parece muy lícita, es el que es fácil de caricaturizarlo y convertirlo en una suerte de “noche de los tiempos” que pretende llevar al mundo a la época de las cavernas y a que nos alumbremos con teas. Lógicamente esto es una caricatura, pero hay que crear el contraargumentario para rebatir esas falacias.

Y ahí está el fino equilibrio entre meter el cráneo bajo tierra, como dicen que hacen las avestruces, o encarar los problemas y hablar de ellos. ¿Qué nos dicen las psicólogas y las personas que trabajan en mediación de conflictos? Que los problemas hay que reconocerlos, ponerlos encima de la mesa, naturalizarlos, y abordarlos. La alternativa no es buena, y aquello suele estallar en las fauces más pronto que tarde.

¿Estamos viviendo la sexta gran extinción? ¿Es el cambio climático una realidad irremediable de aún ignotas consecuencias catastróficas para la humanidad? ¿Cuántas personas mueren diariamente en ciudades por efectos directos de la contaminación? Y así el número de preguntas más o menos incómodas puede tender al infinito.

Movimientos que por otro lado conozco solo superficialmente como Extinción o Rebelión pues a priori dan una de cal y una arena, y lo digo esto como no puede ser de otra forma con el máximo respecto y sin mirar a nadie desde una atalaya, para eso está Iñaki Gabilondo. Digo que dan una de cal y una de arena porque a veces va bien que a la opinión pública se le de una sacudida, para que despabile, y se introduzca en el vocabulario palabras como “emergencia”. Lo que sucede es que es una apuesta muy arriesgada, como la de asaltar los cielos que tanto se le recuerdan al coletas, y es que o se consiguen los objetivos rápido, o el globo se deshincha y casi queda en una caricatura. Sería como el lienzo flácido del brazo del marinero en edad de jubilación.

Por otro lado dan una alternativa, la rebelión, que tiene el problema de escorar a la extrema (en este caso creo que izquierda) el discurso, que una parte de la población no va a querer líos, no ve suficiente la ganancia como para cubrir las hipotéticas pérdidas.

En cualquier caso ya hablé hace poco de alternativas, no me estoy refiriendo ahora exactamente a esto. Lo que creo sería bueno, pero casi digo necesario, para cuidarnos, para no morir en el intento, para no bajar los brazos y creer que no se puede hacer nada, es poner en positivo el mensaje. Y no digo que eso sea fácil, pero siempre hay lugares a los que ir, personas y movimientos inspiradores (odio esa concepto, apesta a Linkedin), victorias (este me gusta mucho).

Es cierto que lamentablemente en el continente africano están concentradas la mayoría de las aberraciones que el mundo han sido en la actualidad. No es mentira las guerras, secuestros, asesinatos, ablaciones, hambrunas, terremotos, bombas y cualquier otra catástrofe antrópica o no. Pero si solo nos muestran esa imagen del continente africano por narices tendremos una opinión que vaya desde la misericordia, a la caridad, pasando por el rechazo o el cambio de canal inmediato en cuanto vemos al primer niño de vientre inflado, ojos sumidos en sus cuencas, rodeado de moscas y comiendo con las manos una pasta de color blanquecino.

Soy un gran ignorante, como en la mayoría de aspectos de la vida, de lo que sucede en África, pero estoy absolutamente convencido de que hay miles de cosas a rescatar y mostrar al mundo que se están haciendo allí. ¿Por qué no se dan a conocer? No tengo una respuesta muy clara.

Toda esta perogrullada que les estoy soltando ha sido un poco causada por mi lectura matutina de La Marea, medio de comunicación extraordinario que acierta en todo: periodicidad, modelo de negocio, soporte físico, contenidos, público objetivo, etc. Es una auténtica delicia tener ese artefacto entre mis manos y poder disfrutarlo. Confieso sin sonrojo que he acudido a una biblioteca pública para hacerme con el número 80, debería suscribirme y apoyarles, pero… no quiero acabar la frase, sonará y será disculpa barata.

No se si es la primera vez que leo el formato físico, pero me ha llamado la atención de algunas de sus (creo) secciones, como por ejemplo yoIBEXtigo. Entiendo perfectamente la necesidad de ese tipo de trabajo podríamos llamar de fiscalización, y tiene un coraje incuestionable atreverse a dar nombres y apellidos de uno de los componentes del núcleo duro del régimen del 78, como es el IBEX 35, el conjunto de las empresas más poderosas de este país.

5 de las 6 piezas que componen la sección son negativas, y la otra es promoción de un dossier que publican. No seré yo quien vaya a defender las empresas del Ibex35, pero si que señalo que va en la linea del “siempre negatifo, nunca positifo” que dije antes.

Pero sigo, unas pocas páginas más adelante, cera para Perico Sánchez y el coletas. Repito que ni seré yo quien les defienda, ya tienen a sus corifeos que hacen stupéndamente esa labor, ni en lineas generales discrepo con las opiniones y argumentos que se exponen.

Lo que digo es que cada gota de energía que dedicamos, me incluyo, a decir lo que está mal, no la estamos dedicando a decir lo que está bien. Y eso tiene un punto, si se me permite llevar el argumento a terrenos casi de empresa, de poca eficiencia, y me explico. ¿Es que acaso el público objetivo de La Marea no tiene ya una opinión más o menos crítica con el Ibex35 o con el papel de Podemos en estos últimos años? ¿Va acaso a leer un votante recalcitrante del PSOE La Marea? ¿Va a calar pues ese mensaje fuera de los círculos más o menso convencidos que son sus lectoras?

Se que este argumento se puede llevar a su extremo e invalidar, por las mismas razones, el efecto que pudiera tener un arsenal de noticias positivas. Pero yo creo, e igual soy una ingenua, que lo positivo tiene un impacto positivo, mientras que lo negativo suele ser eso, negativo. No creo en el miedo, en la amenaza, en el castigo. No niego su uso eficaz fundamentalmente por el poder, más o menos efímero, a lo largo de la historia, pero a medio y largo plazo no lleva a nada.

Pensemos, que es el origen de todo, en positivo y comuniquemos en positivo. Hay un mundo ahí fuera, hoy, no en nuestros pensamientos más o menos húmedo, positivo.

1https://www.sigloxxieditores.com/libro/soberanos-e-intervenidos_17862/

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